viernes, 8 de marzo de 2013

UN REGALO PARA LA MUJER



Recuerden siempre que no todas las hembras son mujeres,
solo quienes valoran, tan magna condición  merecen ser llamadas así.


Traté de buscarla entre las notas que emitía el violín, y estás, aunque celestiales, carecían de esa expresión tan única que da una mirada de pupilas inquietas que inoculan de nervios todas las partes de mi anatomía.

Traté de buscarla en la melodía que salía de la guitarra, y esta, aunque armónica, no se comparaba con el sonido de su voz que, mientras miraba inquieta por la ventana, criticaba el clima que no la dejaba salir a tomar aire.

Traté de buscarla en las canciones que sé tocar en el piano, y estas, aunque me la recuerdan, carecen de lo que me produce verla: Esa torpeza creciente en mi motricidad que se delata con el temblor de las manos y el suspirar atropellado cuando mis ojos pierden su imagen.

Traté de buscarla en el sonido de un bongó al ritmo de un bolero, y, créanme, que no se comparó siquiera mínimamente con la perfecta cadencia de su caminar. Ese andar milimétrico, paradójicamente rectilíneo y ondulante me hace contemplar el cuadro completo de sus distracciones posadas en unas hojas que trae en la mano. Eso no se contrasta con nada ni nadie.

La busqué en las pinturas, en las esculturas, en los bailes, en el cine, en el teatro, en la arquitectura y he llegado a una noble conclusión: No estás en ninguna parte porque la perfección no es infinita.

Cómo mujer eres única aunque de tu mismo género existan millones, y aunque en el mundo  encontremos muchas maneras de arte, no hay ninguna que brinde  un placer equiparable al de despertar y ver a nuestro  lado a la mujer amada. 

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