lunes, 25 de marzo de 2013

¡ESTÁS LOCO! (Sonata Nocturna)


Si existiera un Dios,
en definitiva, me gustaría
que fuera como tu,
aunque entonces .. yo, ¿que haría?

Edel Juárez, "Si existiera un Dios". [Fragmento]


Solo ella podía haber reconfigurado la ortografía y el significado de la palabra “noche” de la manera en que lo hizo. Ella no se lo propuso, sin embargo, lo hizo con una milimetría digna del que está tallando una escultura.

El aire nocturno aseguraba ser una jornada de trabajo más para ella, pero novedosa desde mis zapatos. Hacía falta ser muy profesional para trabajar a las diez y media de la noche rodeada de ebrios, esquivando miradas imprudentes e inhalando el humo de cigarrillos de todo tipo. Yo me limitaba a verla operar sus artilugios y aceptar con extrañeza que la versión seria de ella resultaba raramente seductora.

Cada media hora, dos mechones de cabello le acariciaban la mejilla y ella con dos oscilaciones del cuello las controlaba. Era medida y milimétrica. Era una poesía en medio de una noche agitada por hordas de alcoholizados que se aglomeraban en las tabernas circundantes.

Me costó aceptar que aquella niña de doce años, que había salido de un salón de clases a darle un beso en la mejilla a un chico de quinto de primaria, hoy estuviera en frente de mí convertida en una profesional guardando sus instrumentos de trabajo.  Acto seguido caminamos buscando un lugar para tomar algo, sentarnos y poder hablar.

Mi oído priorizaba los sonidos, el rock sonaba de fondo y la voz de ella la tenía en el oído. Parecía que no nos hubiésemos hablado desde ayer a pesar que ya había pasado un año sin verla. Me contó todo lo que había pasado en el tiempo en el que no nos pudimos ver y yo le conté todo en lo que iba mi vida. Me di cuenta  que nos mirábamos con una admiración mutua que superaba la expectativa de ambos llegada esa hora de la noche.

El aire nocturno nos empezó a pertenecer e hicimos con él lo que nos entró en placer. Las anécdotas quedaron en el pasado y empezamos a hacer de ese momento una anécdota más. Su picardía y la mía empezaron a hablarse y las cervezas que habíamos pedido perdieron toda su importancia:

       - No te gustaría una mujer como yo, estoy segura. – me dijo.
       - No apuestes, aún no lo sabes.

De a poco el tema fue tomando tintes más fuertes y sin darme cuenta, yo estaba siendo parcial al beso que sus labios me estaban invitando.

El riesgo de besarla era saltar a un vacío de cabeza sin saber qué me esperaba de fondo. La conocía de hace mucho tiempo, pero me impresionaba saber que siempre tenía algo más dentro de los bolsillos de su personalidad para sorprenderme. Era un enigma sentado a mi lado con una cerveza en la mano.

Sin más aviso la noche se tomó la licencia de extraer 5 segundos del aura nocturna, y cuando retomamos la conciencia, nuestros labios ya estaban juntos.

      - ¡Estás loco!- Me dijo sonriendo.

Desde ahí, la noche fue otra.

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