Si existiera un Dios,
en definitiva, me gustaría
que fuera como tu,
aunque entonces .. yo, ¿que haría?
Edel Juárez, "Si existiera un Dios". [Fragmento]
en definitiva, me gustaría
que fuera como tu,
aunque entonces .. yo, ¿que haría?
Edel Juárez, "Si existiera un Dios". [Fragmento]
Solo ella podía haber
reconfigurado la ortografía y el significado de la palabra “noche” de la manera
en que lo hizo. Ella no se lo propuso, sin embargo, lo hizo con una milimetría
digna del que está tallando una escultura.
El aire nocturno aseguraba ser
una jornada de trabajo más para ella, pero novedosa desde mis zapatos. Hacía
falta ser muy profesional para trabajar a las diez y media de la noche rodeada
de ebrios, esquivando miradas imprudentes e inhalando el humo de cigarrillos de
todo tipo. Yo me limitaba a verla operar sus artilugios y aceptar con extrañeza
que la versión seria de ella resultaba raramente seductora.
Cada media hora, dos mechones de
cabello le acariciaban la mejilla y ella con dos oscilaciones del cuello las
controlaba. Era medida y milimétrica. Era una poesía en medio de una noche agitada
por hordas de alcoholizados que se aglomeraban en las tabernas circundantes.
Me costó aceptar que aquella niña
de doce años, que había salido de un salón de clases a darle un beso en la
mejilla a un chico de quinto de primaria, hoy estuviera en frente de mí convertida
en una profesional guardando sus instrumentos de trabajo. Acto seguido caminamos buscando un lugar para tomar
algo, sentarnos y poder hablar.
Mi oído priorizaba los sonidos, el
rock sonaba de fondo y la voz de ella la tenía en el oído. Parecía que no nos hubiésemos
hablado desde ayer a pesar que ya había pasado un año sin verla. Me contó todo
lo que había pasado en el tiempo en el que no nos pudimos ver y yo le conté
todo en lo que iba mi vida. Me di cuenta que nos mirábamos con una admiración mutua que
superaba la expectativa de ambos llegada esa hora de la noche.
El aire nocturno nos empezó a
pertenecer e hicimos con él lo que nos entró en placer. Las anécdotas quedaron
en el pasado y empezamos a hacer de ese momento una anécdota más. Su picardía y
la mía empezaron a hablarse y las cervezas que habíamos pedido perdieron toda
su importancia:
- No te gustaría una mujer como yo, estoy segura. –
me dijo.
- No apuestes, aún no lo sabes.
De a poco el tema fue tomando
tintes más fuertes y sin darme cuenta, yo estaba siendo parcial al beso que sus
labios me estaban invitando.
El riesgo de besarla era saltar a
un vacío de cabeza sin saber qué me esperaba de fondo. La conocía de hace mucho
tiempo, pero me impresionaba saber que siempre tenía algo más dentro de los
bolsillos de su personalidad para sorprenderme. Era un enigma sentado a mi lado
con una cerveza en la mano.
Sin más aviso la noche se tomó la
licencia de extraer 5 segundos del aura nocturna, y cuando retomamos la
conciencia, nuestros labios ya estaban juntos.
- ¡Estás loco!- Me dijo sonriendo.
Desde ahí, la noche fue otra.
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