martes, 26 de marzo de 2013

LA INSPIRACIÓN RESUMIDA (Canto primero)



... un día...

Esos ojos enmarcados estaban posados en mí. En ese momento yo sólo atiné a picarle el ojo y darle las gracias mientras me alejaba. Salí de ese lugar y vi desde lejos, a través del vidrio, que su anatomía femenina sentada arreglaba con cada sonrisa el clima de un día plomizo, lluvioso y agonizante. Respiré profundo, sonreí y seguí caminando.



Canto primero


Su anatomía sentada me hace descubrirla más hermosa cada día. De fondo se ve un cielo grisáceo que solo podía ser reparado por la perfecta curvatura de sus labios formando una sonrisa. Esa mirada esculcó el entorno y me encontró admirándola. Cómo siempre que eso pasa, me sonrió y fingió seguir en lo suyo mientras disfrutaba que la viera.

Se puso de pie con el único objetivo de formar peleas celestiales con el ondular armónico de su cabello negro hasta la mitad de la espalda. Su forma de mirar enmarca las pupilas color café que parecen un desafío a la existencia; una invitación a caer en la tentación infinita de unir mis labios con los suyos. Se acercó a mí, siguió derecho y me miró de reojo. Ya sé que estaba siendo imprudente, pero, tampoco supe cómo controlar el reflejo de seguirla con la mirada. Regresó. De nuevo pasó por mi lado sin mirame y volvió a sentarse.

La veo tan ideal y platónica que ya llega al cansancio. Cuando pude entré torpemente en sus límites y llegué hasta su anatomía sentada que, luego de un rato, notó mi presencia. Subió la mirada como si fuera un rayo que me congeló, esculcó y dejó sin aliento. Empecé a perder el filtro que hay entre lo que pienso y lo que digo. Parezco inconsciente. Me atemorizo de mí mismo, o más bien de lo que ella pudiera hacer conmigo. Como último proyectil me lanzó una sonrisa que dio en la parte más sensible de mi voluntad que en ese momento se amarraba a sus deseos.

Un "Hola" que escuché sonoro y fino me bajó al mundo. Me preguntó cómo estaba y yo sospeché que no había dejado de tener esa sonrisa plena en el rostro. Dos mechones finos de cabello liso caen sobre su mejilla derecha. Es hermosa. Sus ojos combinan con su sonrisa y con ese pequeño huequecillo de su mejilla; su rostro parece que hubiese sido pintado por alguien que se metió en mi cabeza a esculcar en los bolsillos de lo que imaginaba perfecto.

Giré la cabeza para relajar la tensión, la emoción y el vacío en el estómago que estaba por provocarme un grito. Respiré y vi que las nubes plomizas de una lluvia inclemente se empujaban unas con otras dejando que el sol lanzara unos rayos dispersos sobre la sabana citadina.

Al volver a verla, la encontré con la mirada fija en mí. La sonrisa estaba ahí puesta, como si la hubiesen tatuado. Me hablaba sin hablar. Encontré mis estribos perdidos en el rojo de mis mejillas. Picando el ojo di media vuelta y la dejé sola antes de delatarnos. Su cuerpo sentado permaneció allí haciendo paraíso de lo cotidiano, sacando de la rutina al círculo de los anillos de su mano derecha, con la que me acarició el brazo cuando la saludé esta mañana.

Salí del lugar y a través del vidrio no perdí la oportunidad de mirarla una vez más. Ella subió la cabeza y me sorprendió con la vista fija en su rostro. Me asusté como un chiquillo cuando lo descubren haciendo una travesura, pero solo atiné a sonreír una vez más. Sus ojos me hablaron y me dijeron que mantuviéramos el secreto. Bajé la cabeza, fróté mis manos, respiré y encontré mi camino hacia el resto del día, que sería más largo si no tuviera su mirada enmarcada en la cabeza.

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