2, 1, 0, 1, 1, 1, 0, 1, 1, 0, 0, 0.
… algunos días atrás…
Ella tomó un poco de la cerveza que estaba sobre la mesa:
- Si alguien pasa y nos ve acá, pensará que
estamos en pleno romance.
- No sería noticia, todo el mundo cree que eres mi
novia.
Suspiró, se arregló el cabello con la mano derecha y habló:
- ¿Qué debo hacer?
- Tú lo sabes.
- OK, ¿Cómo lo hago?
- Hasta allá yo no te puedo decir. Tú eres la
única que sabe cómo hacerlo.
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En aquella mesa originalmente eran
tres, pero por azar del destino, solo quedaron ellos dos. Él y ella una vez más
luchaban contra la mente en una contienda que ya se sabía perdida, sin embargo,
él disfrutaba de las múltiples formas en la que reían juntos y así olvidaban
las largas horas que ambos pasaban en una oficina.
Ella hacía gala de su
inteligencia sin querer y él disfrutaba de la rapidez mental con la que ella
lograba capturar el sentido oculto de sus chistes, que como ella ya sabía, eran
muy malos. Él esperaba atento para saborear con los oídos sus intentos de cantar,
mientras tanto ella le contaba una a una las historias que a él le encantaba
escuchar.
Reían por todo y por nada,
pasarla bien juntos no era algo precisamente raro. Empezaron por recordar que, al mesero, le dijeron que querían
algo muy fuerte y terminaron pidiéndole café con leche; luego y tras superar la
broma pidieron cervezas y luego se tomaban de sus propias realidades para
burlarse de sí mismos.
- Queremos las personas erradas.
- Y lo sabemos, es, en términos económicos, como
si invirtiéramos en acciones que van a la baja: Ya sabes que perderás tu dinero,
sin embargo metes la plata. Es como si el sentido común se dañara.
- ¡Qué horror! – Le dijo entre risas.- Eso es
exactamente lo que pasa.
- Nos pasa. – le respondió riendo también y dando
sorbo a la cerveza que tenía sobre la mesa.
De fondo sonó una canción a la
que ella abrió los ojos y le tomó el antebrazo como si fuera a darle una
noticia que normalmente la gente no podrá soportar si está de pie:
- Esa canción, esa canción es bonita. Trae
recuerdos.
- Seguro – le respondió – de hecho creo que hay
veces en que no nos gusta la canción, sino la persona que nos hace recordar la
canción.
La siguiente canción fue para él
y todo por casualidad. El respiró profundo y ambos se contaron una nueva historia
de sus vidas. Eran grados máximos de confianza, estaban disfrutando de
conocerse teniendo como escenario la mesa de un bar. Esa noche, sospechaban que
si por un solo momento, el pasado hubiese sido distinto, no estarían en ese momento sentados uno frente al otro. Tal vez todas esas historias habían valido la
pena.
Se acabaron las canciones y con
ellas las cervezas. Ella insistió en aclarar su mente:
- Yo sé qué hacer, pero no sé cómo. – Le dijo con
aire de tristeza.
- Yo puedo mostrarte el camino, pero no puedo
caminarlo por ti.
- Él se va muy lejos, es mi oportunidad.
- Tú no necesitas que alguien se vaya lejos para
que seas feliz, solo necesitas de ti.
Salieron del café y caminaron
hasta el lugar donde ella se iría:
- Debo irme.
Él por alguna razón no quería que
se fuera, se sentía responsable de cómo se sentía, que estuviera feliz. En
resumen se sentía responsable de ella:
Él se acercó, le dio un beso en
la mejilla y le rodeó la cintura para abrazarla. Ella correspondió:
- Pórtate juicioso – le dijo ella con el toque de
picardía que sabía camuflar en el tono de la voz.
- Como siempre. Tú también pórtate juiciosa.
- No, ¡qué aburrido! – Le contestó ella para
provocar el juego.
- Entonces solo pórtate. – Le dijo riéndose.
Mientras reían se abrazaron una
vez más, en esa ocasión de forma más larga. Ella no estaba acostumbrada a
abrazar, pero de alguna forma, ese gesto al despedirse se había vuelto casi
necesario.