domingo, 31 de marzo de 2013

HE ENCONTRADO MI CAMINO


A.G.A.Q.S.P.C.T


Aunque al final de la historia terminemos separados,
mi deseo más grande es nunca irme de tu lado.

Voy a serme sincero. Cuando uno siente gusto por otra persona se toma de cualquier señal por pequeña que sea para creer que uno también es especial en la vida de ella. Pero no hay llamado al engaño más dañino que ese.

Eso me pasó, hasta que una noche pude llevar a un puerto todos los pensamientos que parecían barco en medio de una tormenta inclemente. Saber que no me importaba tener sus labios, ni su cuerpo; ni tampoco tomarla de la mano por la calle o dibujarme con ella en una foto vespertina y romántica, fue el primer paso para saber que ella realmente más que gustarme, realmente la quería.

No sé cómo suene, pero solo me importa que ella esté bien y punto. Para quienes no lo notaron, todo lo anterior se incluye en una lista de posesiones y publicidades que se quedan perdidas en el mundo de lo egoísta.

Resurgiendo, si alguna vez tengo sus labios sobre los míos es porque definitivamente no hubo otro lugar al que pudiera ir el cariño correspondido y si alguna vez juntamos nuestros cuerpos es porque no hubo otro sitio en el que pudiera traducirse tanto amor convenido.

Por ello y por ella, he decidido en una noche de música quieta y vino evaporado imponerme la misión interminable de saberla bien; de encontrar en cada rincón de mis minutos, un motivo para sacarle esa sonrisa que aguarda tras la cortina de sus labios; de encontrarla sumida en sus cavilaciones mientras yo le importuno con el más bien sabido de sus antojos.

La misión será correr presuroso cuando precise de mi compañía y quedarme en el más pulcro silencios si solo quiere que esté allí para tomar de su mano. Decirle que aún puede hacer lo que quiera por más que sus fuerzas parezcan desvanecerse y llevar a su alcance la medicina necesaria para calmar todos los dolores que la atormenten: desde un abrazo hasta una pastilla.

De ti no espero el sí en un altar, ni una argolla con mi nombre impreso en el reverso. Aunque no niego que ese sería mi paraíso, si en unos años te veo de la mano de quién te hace sonreír, entonces mi misión habrá llegado a buen puerto. Entonces yo daré media vuelta y desapareceré de tu vida, hasta que un día o una noche vacía vuelvas a necesitar de mi compañía.

viernes, 29 de marzo de 2013

UNA NUEVA HISTORIA

Si no lo notaste,
nadie en tu ausencia
logró inspirarme
como lo hizo tu belleza. 



A la noche nadie más le dio el color,
que tú le diste con tus caricias a mi oído.
Solo una voz como la tuya podía dejarme convencido,
que si no duermo, sería un sueño menos contigo.
A mis días nadie más dio el color,
que me daban tus recuerdos sobre la almohada.
Solo una imagen como la tuya podía despertarme de la nada,
y hacerme encontrar de frente con mi mente enamorada.
A mis crepúsculos nadie más dio color,
porque aquel sofá lo reclamamos como nuestro.
Solo ese sitio confidente podía recordarme,
que había hecho la promesa de a tu lado siempre quedarme.
A mi vida nadie podía darle algún color,
distinto al que tú supiste darle.
Solo esos labios podían decirme,
que si algún error cometiera, ese sería irme.

martes, 26 de marzo de 2013

LA INSPIRACIÓN RESUMIDA (Canto primero)



... un día...

Esos ojos enmarcados estaban posados en mí. En ese momento yo sólo atiné a picarle el ojo y darle las gracias mientras me alejaba. Salí de ese lugar y vi desde lejos, a través del vidrio, que su anatomía femenina sentada arreglaba con cada sonrisa el clima de un día plomizo, lluvioso y agonizante. Respiré profundo, sonreí y seguí caminando.



Canto primero


Su anatomía sentada me hace descubrirla más hermosa cada día. De fondo se ve un cielo grisáceo que solo podía ser reparado por la perfecta curvatura de sus labios formando una sonrisa. Esa mirada esculcó el entorno y me encontró admirándola. Cómo siempre que eso pasa, me sonrió y fingió seguir en lo suyo mientras disfrutaba que la viera.

Se puso de pie con el único objetivo de formar peleas celestiales con el ondular armónico de su cabello negro hasta la mitad de la espalda. Su forma de mirar enmarca las pupilas color café que parecen un desafío a la existencia; una invitación a caer en la tentación infinita de unir mis labios con los suyos. Se acercó a mí, siguió derecho y me miró de reojo. Ya sé que estaba siendo imprudente, pero, tampoco supe cómo controlar el reflejo de seguirla con la mirada. Regresó. De nuevo pasó por mi lado sin mirame y volvió a sentarse.

La veo tan ideal y platónica que ya llega al cansancio. Cuando pude entré torpemente en sus límites y llegué hasta su anatomía sentada que, luego de un rato, notó mi presencia. Subió la mirada como si fuera un rayo que me congeló, esculcó y dejó sin aliento. Empecé a perder el filtro que hay entre lo que pienso y lo que digo. Parezco inconsciente. Me atemorizo de mí mismo, o más bien de lo que ella pudiera hacer conmigo. Como último proyectil me lanzó una sonrisa que dio en la parte más sensible de mi voluntad que en ese momento se amarraba a sus deseos.

Un "Hola" que escuché sonoro y fino me bajó al mundo. Me preguntó cómo estaba y yo sospeché que no había dejado de tener esa sonrisa plena en el rostro. Dos mechones finos de cabello liso caen sobre su mejilla derecha. Es hermosa. Sus ojos combinan con su sonrisa y con ese pequeño huequecillo de su mejilla; su rostro parece que hubiese sido pintado por alguien que se metió en mi cabeza a esculcar en los bolsillos de lo que imaginaba perfecto.

Giré la cabeza para relajar la tensión, la emoción y el vacío en el estómago que estaba por provocarme un grito. Respiré y vi que las nubes plomizas de una lluvia inclemente se empujaban unas con otras dejando que el sol lanzara unos rayos dispersos sobre la sabana citadina.

Al volver a verla, la encontré con la mirada fija en mí. La sonrisa estaba ahí puesta, como si la hubiesen tatuado. Me hablaba sin hablar. Encontré mis estribos perdidos en el rojo de mis mejillas. Picando el ojo di media vuelta y la dejé sola antes de delatarnos. Su cuerpo sentado permaneció allí haciendo paraíso de lo cotidiano, sacando de la rutina al círculo de los anillos de su mano derecha, con la que me acarició el brazo cuando la saludé esta mañana.

Salí del lugar y a través del vidrio no perdí la oportunidad de mirarla una vez más. Ella subió la cabeza y me sorprendió con la vista fija en su rostro. Me asusté como un chiquillo cuando lo descubren haciendo una travesura, pero solo atiné a sonreír una vez más. Sus ojos me hablaron y me dijeron que mantuviéramos el secreto. Bajé la cabeza, fróté mis manos, respiré y encontré mi camino hacia el resto del día, que sería más largo si no tuviera su mirada enmarcada en la cabeza.

lunes, 25 de marzo de 2013

¡ESTÁS LOCO! (Sonata Nocturna)


Si existiera un Dios,
en definitiva, me gustaría
que fuera como tu,
aunque entonces .. yo, ¿que haría?

Edel Juárez, "Si existiera un Dios". [Fragmento]


Solo ella podía haber reconfigurado la ortografía y el significado de la palabra “noche” de la manera en que lo hizo. Ella no se lo propuso, sin embargo, lo hizo con una milimetría digna del que está tallando una escultura.

El aire nocturno aseguraba ser una jornada de trabajo más para ella, pero novedosa desde mis zapatos. Hacía falta ser muy profesional para trabajar a las diez y media de la noche rodeada de ebrios, esquivando miradas imprudentes e inhalando el humo de cigarrillos de todo tipo. Yo me limitaba a verla operar sus artilugios y aceptar con extrañeza que la versión seria de ella resultaba raramente seductora.

Cada media hora, dos mechones de cabello le acariciaban la mejilla y ella con dos oscilaciones del cuello las controlaba. Era medida y milimétrica. Era una poesía en medio de una noche agitada por hordas de alcoholizados que se aglomeraban en las tabernas circundantes.

Me costó aceptar que aquella niña de doce años, que había salido de un salón de clases a darle un beso en la mejilla a un chico de quinto de primaria, hoy estuviera en frente de mí convertida en una profesional guardando sus instrumentos de trabajo.  Acto seguido caminamos buscando un lugar para tomar algo, sentarnos y poder hablar.

Mi oído priorizaba los sonidos, el rock sonaba de fondo y la voz de ella la tenía en el oído. Parecía que no nos hubiésemos hablado desde ayer a pesar que ya había pasado un año sin verla. Me contó todo lo que había pasado en el tiempo en el que no nos pudimos ver y yo le conté todo en lo que iba mi vida. Me di cuenta  que nos mirábamos con una admiración mutua que superaba la expectativa de ambos llegada esa hora de la noche.

El aire nocturno nos empezó a pertenecer e hicimos con él lo que nos entró en placer. Las anécdotas quedaron en el pasado y empezamos a hacer de ese momento una anécdota más. Su picardía y la mía empezaron a hablarse y las cervezas que habíamos pedido perdieron toda su importancia:

       - No te gustaría una mujer como yo, estoy segura. – me dijo.
       - No apuestes, aún no lo sabes.

De a poco el tema fue tomando tintes más fuertes y sin darme cuenta, yo estaba siendo parcial al beso que sus labios me estaban invitando.

El riesgo de besarla era saltar a un vacío de cabeza sin saber qué me esperaba de fondo. La conocía de hace mucho tiempo, pero me impresionaba saber que siempre tenía algo más dentro de los bolsillos de su personalidad para sorprenderme. Era un enigma sentado a mi lado con una cerveza en la mano.

Sin más aviso la noche se tomó la licencia de extraer 5 segundos del aura nocturna, y cuando retomamos la conciencia, nuestros labios ya estaban juntos.

      - ¡Estás loco!- Me dijo sonriendo.

Desde ahí, la noche fue otra.

miércoles, 20 de marzo de 2013

CONTRA LO INVISIBLE (HISTORIA DE TERROR - Capítulo 1)



Esta historia está basada en hechos reales. Los nombres de los personajes que acompañan al protagonista naturalmente son distintos, pero todos existen y pueden dar fe de lo que pasó.

A una persona le debía una historia, y ayer quedé a paz y salvo con esa deuda. Sin embargo, al llegar al final de mi relato ella –la persona a la que le conté- me propuso escribirla con las figuras literarias que usé mientras le relataba lo sucedido. Créanme que no se me había ocurrido hacerlo y no les miento cuando les digo que esa idea me pareció muy buena, así que anoche al llegar a mi casa, me senté al computador y empecé a escribir lo que pasó:

Corría el año 2006 y yo estaba en segundo semestre de la Universidad. Me había hecho de un círculo de amistad bastante diverso en cuanto a sus formas de personalidad se refería: Marcela era una niña de contextura delgada, cabello negro y ojos color café; se ganaba el cariño a punta de sonrisas e inteligencia. Esta señorita se había robado el corazón de Manuel, un gran amigo. Él era un joven foráneo de contextura ancha y hablar cadencioso; se notaba un muchacho responsable. Carolina era la mayor de todos, en contraste la más pequeña en estatura. Su cabello negro hasta la mitad de la espalda y sus ojos claros sin duda llamaban la atención de más de uno; no obstante, su personalidad jovial y la risa fuerte no era del agrado de otros tantos. Ella era mi novia y para aquel tiempo no llevábamos mucho tiempo en aquella relación, a lo sumo serían unos cinco o seis meses.

Una tarde estábamos sentados en la cafetería de universidad hablando de lo que serían nuestros proyectos para el final de ese semestre. Luego que cada uno dijera qué se trataría el propio, yo dije que el mío sería de actividad paranormal debido a que llevaba mucho tiempo dedicándome a ese tipo de investigaciones y esa era una buena oportunidad de hacer una indagación teórica sólida al respecto.

Al no ser un tema tan común, todos se interesaron y empezaron a hablar de sus propias experiencias, pero hubo una en especial que me llamó la atención: La historia de Juan Manuel:

-         En la finca de mi familia, hay un espíritu. Al parecer de una familiar que se murió allá. A veces grita o mueve cosas. – Respiró como recordando- a mí no me han asustado pero si lo que me cuentan es cierto, hay que tener cuidado.

-         ¿Desde hace cuánto?- le pregunté en un tono que se asemejaba al de un médico tratando de diagnosticar una enfermedad.

-         Desde que ella murió, hace unos años.

Aunque dejamos de hablar de esa historia, a mí la idea quedó dándome vueltas en la cabeza. Esa noche llamé a Manuel al móvil y le propuse ir al día siguiente hasta la finca e investigar con los equipos necesarios qué era lo que pasaba allá. Él aceptó sin ningún inconveniente, sin embargo, a Marcela y Carolina no les gustó la idea y se negaron a ir radicalmente, no dieron siquiera espacio a negociar. Al final  se quedaron en sus respectivas casas con cierta preocupación.
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Un día después. Zipaquirá.

Era de noche. Habíamos llegado en una flota que tomamos en una estación de buses ubicada al norte de la ciudad. Estaba oscuro, hacía un frío espantoso y una cerca nos alejaba unos sesenta metros de la entrada de la finca. Detrás de nosotros se extendía una carretera que, hasta hacía unos minutos, presenciaba el paso de varios carros. Sin embargo, en ese momento no parecía pasar ni un alma en pena. Ello era técnicamente normal si consideramos que eran las 9:00 de la noche y todo empezaba a perder su vitalidad.

Manuel sacó una llave y abrió un candado que nos permitió entrar a un vasto potrero de unos 300 o 400 metros cuadrados. No obstante, antes de avanzar puse mi maleta en el suelo y saqué una grabadora de sonido Sony ICD-TX50, una pequeña linterna y una botella de agua. Una vez con todo lo necesario en la mano. Empezamos a caminar.

Mientras nos internábamos en el aire gélido del aquel césped que parecía infinito, prendí la grabadora y sentí cómo el frío se hizo más intenso, entretanto Manuel me iba dando una inducción rápida de lo que me iba a encontrar:

-         La finca es muy oscura. El cuarto donde ella murió es probablemente el más grande y queda ubicado en una de las esquinas. Como esa habitación es tan amplia, tal vez sea el eco lo que nos haga parecer que escuchamos cosas, la verdad no sabemos.

Yo solo asentía con la cabeza y aguzaba los sentidos para rastrear cualquier anomalía en el ambiente. En mi mente estaba tratando de dimensionar el fenómeno frente al cual me iba a enfrentar. No obstante, fuera cual fuera mi imaginación en ese momento, no sabía ni en medida mínima la dimensión de lo que iba a hacerle frente.

En la biblioteca Vaticana las salas con encapsuladas. El nivel de oxigeno se reduce al mínimo vital para que la oxidación sobre el papel sea mínimo y las obras se conserven por mucho más tiempo; al entrar allí uno siente que los pulmones se contraen, es como si extrajeran el poco aire del entorno y uno se cayera en el abismo de la inconsciencia. Así me sentí yo cuando entré a la finca de la familia de Manuel y, ante ello, el mensaje era claro: A lo que fuera que estaba adentro, mi presencia no le agradaba mucho.

La única diferencia entre la biblioteca Vaticana y la finca de Manuel (ambientalmente hablando claro y guardando la debida proporción) es que en aquellas instalaciones europeas el cuerpo se adecua luego de un tiempo, pero en aquella finca era simplemente imposible. No habiendo más remedio, hice gala de la fuerza que tenía y fingí que no pasaba nada. Caminé erguido y con cara más seria de lo normal hacia el lugar al que Manuel me guiaba.

La finca estaba hecha de la forma antigua, a manera panóptica (Es decir, un patio en el centro y todas las habitaciones, incluyendo la cocina y el baño, alrededor). Tras atravesar aquel claro central en el cual reposaba una mesa con un florero vacío sobre ella, Manuel me llevó a la habitación donde murió su tía. Ese lugar era el más oscuro de toda la casa: Había una cama en una esquina de la habitación, un escritorio con un computador y un clóset con algo de ropa. Nada más que eso.

-         ¿Cambiaron esa cama luego que la señora falleció?
-         No, salvo el computador, que para ese tiempo no estaba en este cuarto sino en el mío, todo sigue intacto. Tal como el día que ella murió- me dijo con algo de nervios que ya dejaba notar.
-         Perfecto.

Me quité la chaqueta y prendimos el ordenador, instalé unos programas y le dije a Manuel que, si quería, fuera a su habitación a descansar. Yo me quedaría aquella noche en ese lugar. Él me miró con ojos de sorpresa y me preguntó si estaba loco. Yo le dije que no se preocupara.

No había alcanzado a terminar la frase cuando vi cómo Manuel miró por encima de mi hombro y los ojos se le volvieron de vidrio, como si fuera a llorar.

- ¿Qué pasó?
- Detrás de usted – hizo una pausa -  acaba de pasar alguien detrás de usted.- Me dijo con un temblor en la voz y un nerviosismo que amenazaban con convertirse en un shock.

A mí los nervios se me estallaron. Sentí un vacío en el estómago terrible y por primera vez en toda la noche quería irme de ese lugar. No obstante, me calmé y dimensioné que, ahora, eso era muy serio; me estaba metiendo con algo mucho más grande que yo y no podía dar marcha atrás. Respiré profundo y le hablé de forma serena.

-         Manuel, calma. Yo me voy a quedar acá. Usted vaya y descanse, no hay problema.
-         No, tengo una idea. Ya vengo.
-         ¿Qué idea tiene?
-         Voy por whiskey.- levantó la mano derecha extendida como un juramento y luego la dejó caer con brusquedad-  Esta noche yo no voy a dormir en esta finca, así que desde el patio, sentado, lo voy a acompañar.

Él se fue y yo me quedé solo en esa habitación. Puse la grabadora bajo la chaqueta que ya me había quitado y me senté en la silla azul de rodachinas que estaba frente al computador. Desde allí pude ver a Manuel ir hacia la cocina y dos minutos después sentarse a la mesa del centro del patio con un vaso lleno de licor.
Respiré, me froté las manos y esperé.

A los cinco minutos quedé atónito cuando la chaqueta empezó a deslizarse sola muy suavemente sobre la cama destapando la grabadora. Por dentro sentí que los restos de mis nervios se habían destrozado. Mi batalla contra un fantasma que me superaba de todas las formas posibles había acabado de empezar.

lunes, 18 de marzo de 2013

EL COMIENZO DEL LABERINTO IV



El único lugar en el que la encuentro es en mis sueños,
así que el día que me cobren por soñar seguramente quedaré en banca rota.

Tosió varias veces antes de recuperar el conocimiento. El abdomen le estaba ardiendo y la cabeza parecía pesarle toneladas. Mantuvo los ojos cerrados y en su rostro se conservaba ese aspecto inexpresivo que le proporcionaba la inconsciencia:

  • Me mató – susurró Samantha mientras una lágrima le rodaba por su mejilla.
  • Está bien, solo fue un golpe.    Le dijo en búlgaro una voz gruesa y profunda.
  • Mi vuelo – gritó ahogadamente mientras intentaba ponerse en pie.
  • No, no señorita Miranda, por favor recuéstese – le puso una mano en el hombro y la instó a permanecer relajada sobre la camilla – usted tuvo una contusión muy fuerte en la cabeza es bueno que guarde reposo.
  • Pero ¿y mi vuelo? ¿Lo he perdido?
  • No exactamente, en vista de las circunstancias…
  • Esto no es una circunstancia, es una amenaza contra mi vida. No puedo estar aquí ¿Acaso no lo ve? – Levantó la voz.
  • Lo sé señorita Miranda – mantuvo su serenidad- como le decía. En vista de las circunstancias, su amiga hizo una llamada, al parecer a su ciudad de destino. Y alguien desde allá pidió por usted haciendo los trámites necesarios con la embajada. No sé mucho al respecto pero, solo se pidió que un equipo médico le acompañara. Me sorprende la rapidez con la que se hicieron todas estas vueltas, o esa persona tiene muy buenos contactos diplomáticos o en serio le guarda un cariño inconmensurable. 

Samantha respiró percatándose que el reclamo que le había hecho a ese sujeto había sido injusto. Respiró profundo, le ofreció excusas y siguió interrogándole sobre su estado:

  • ¿Qué tengo?
  • Un traumatismo severo en el parietal derecho, creemos que no tiene hemorragias internas que le produzcan obstrucciones nerviosas.
  • Doctor, acabo de recuperar la consciencia, ¿podría hablarme como si fuera un ser humano normal?

El doctor Leonid Stoichkov, un tipo de 1.70 de estatura, cabello negro, ojos oscuros, postura encorvada y algo regordete, soltó una risa tímida y le habló de nuevo:

  • Lo que usted tiene señorita Miranda, es un golpe en la parte derecha de la cabeza que no tendrá ninguna consecuencia importante.
  • ¿Cuánto tiempo ha pasado?
  • Cuatro días.

Samantha abrió los ojos como platos y se revolvió en la camilla:

  • Tanya, ¿cómo está ella?
  • La señorita Tanya se encuentra bien, no se había movido en tres días de su lado hasta esta mañana, por fin la logramos convencer que se devolviera a su casa. Que descansara.
  • ¿Cuándo podré irme de acá?
  • En tres horas exactamente, la orden de la embajada fue enviarla en el siguiente vuelo que saliera luego que usted recuperara la conciencia.
  • ¿Quién pidió por mí desde Colombia?
  • Hasta ese punto no sabría decirle.
  • ¿Usted vio todo?
  • ¿Usted siempre es así de preguntona?

Samantha rió por lo bajo.

  • Recuéstese y descanse. Todo estará bien señorita Miranda.
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Samantha estaba de pie frente al túnel de entrada que la conducía al avión. Su tiquete estaba arrugado y apenas se veía que el número de vuelo era el 783. Los nervios la estaban enloqueciendo. Llamó a Tanya, cruzaron algunas palabras y al terminar entró a la aeronave. 

Recordar todo, ahora más despierta se le antojaba más difícil. Parecía salido de una pesadilla o un libro Lovecraftiano. Tanya le había dicho que Eric le asestó un golpe en el estómago y luego, casi al mismo tiempo en que le pegaba con el mango del arma en la cabeza, dos proyectiles provenientes de los guardias del aeropuerto entraron en el cuerpo del búlgaro. Uno en el estómago y otro en un hombro. El sujeto cayó al instante.

Sam se sentó en la fila 16F, al lado de la ventana. Cualquier sonido fuera de lo común la hacía exaltar pero al instante recobraba la calma. Poco a poco el Boeing 757 tomó velocidad y se elevó sobre el Aeropuerto Internacional de Sofía.

En poco tiempo lo volvería a ver. Se acomodó sobre su asiento y poco a poco cayó en un sueño profundo.
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El celular le timbró cuando salía del salón. Apenas terminaba de dictar su clase:

  • ¿Aló?
  • Profesor, la señorita Miranda viene en camino hacía nuestro país. – dijo una voz profunda pero muy amable.
  • Tanya, ¿se encuentra bien? – preguntó mientras apresuraba el paso y se hacía en un pequeño pasillo ciego, más privado y solitario.

El profesor supo toda la historia porque Tanya se la había contado, en cierta manera se sentía en deuda y por eso le interesaba su estado. Ella le dijo que cuando el Agente Rasmika y el Intendente Nieminen, de origen finlandés, dispararon contra Eric, todo fue confusión. Él cayó sobre ella y la gente corrió presurosa en esa dirección para ayudar a la indefensa mujer. 

Al quitarle el cuerpo de Eric de su humanidad y verla bañada en sangre, todos creían que como mínimo tendría un disparo. Pero la verdad era otra. De no ser por un hematoma que ya tornaba color morado en la sien derecha, ella estaría completamente ilesa.

Al ver  lo sucedido Tanya recordó que Samantha podría ser cualquier cosa, pero tonta nunca. Mientras vivieron juntas, Sam le expresó su temor porque algo malo pasara, y le advirtió a su gran amiga que, en caso que le sucediera algo grave, llamara al profesor y le contara de inmediato.

Así lo hizo, y tan pronto como él se enteró, hizo las diligencias necesarias para tenerla de nuevo a su lado. Sana y salva:

  • La Señorita Aaltonen se encuentra bien. Le ha enviado saludos.

El profesor ignoraba por completo el apellido de Tanya, pero asumió que hablaba de ella.

  • Perfecto, muchas gracias.
  • Profesor, ya recibimos las notificaciones de pago de la deuda de los trámites diplomáticos. Agradecemos su rapidez en la cancelación, la verdad nos sorprendió que pudiera conseguir el dinero tan rápido.
  • Disculpe, pero no he conseguido el dinero. De hecho no he realizado ningún pago.

domingo, 17 de marzo de 2013

EN EL AEROPUERTO



Hasta el lunes que nos veamos, hasta el lunes.

Capítulo 2: De la nieve

Desde que el capitán anunció que estábamos próximos a aterrizar a mí se me vino el mundo encima. Yo no quería llegar, o más bien, no quería estar de vuelta en el mismo punto. Poco a poco me di cuenta cómo las 10:45 de la noche se reflejaba en una ciudad muerta y que desde arriba se ve más occisa, más inerte, más fría.

El descenso del pájaro metálico fue en calma, como una caricia sobre la mejilla de una pareja enamorada. Estaba teñida del patetismo de lo que se cree eterno pero que en realidad es efímero. Cuando las llantas tocaron suelo la gente sintió alivio, incluso sonrió. Yo estaba impertérrito en mi estado de desánimo, no quería volver. No quería volver a la casa donde nadie me espera.

Fueron casi diez minutos tratando de bajar. Toda la gente se apresuró a tomar su equipaje del maletero y quedé atrapado en aquella silla D16. Luego caminé a través del pasillo y casi medio aeropuerto hasta llegar a la cinta deslizable que traía la maleta más grande, la que estaba llena de regalos para el viento, y la gastritis.

Luego pude irme de allí. Creo que ninguno contempla la soledad sino hasta que está acompañado de nadie en la nada. Y ese día yo estaba con 65 personas que para mí no eran nadie. La primera sonrisa cordial fue la de una rubia de ojos claros que me preguntó: ¿Servicio de hotel? Y muy injustamente, lo reconozco, la miré con rabia. Luego le devolví la sonrisa y picando el ojo le negué con la cabeza.

La chica pelinegra de ojos café oscuro que me estaba haciendo sonrisas en la sala de espera del Aeropuerto Internacional Charles de Gaulle salió corriendo a abrazar a su novio. La odié, por su coquetería tan desleal. Luego una mujer de cabello tinturado de rubio se abrazó con su esposo. Él la esperaba impaciente con un ramo de flores en la mano, ese abrazo ambos lo esperaban, se notaba en su emoción, en la fuerza, en el beso, en la lágrima que resbala por la mejilla del hombre. Bajé la mirada, respiré profundo y mis pensamientos fueron interrumpidos por una chica rolliza de chaqueta azul con amarillo.

  •          Taxis autorizados al fondo por favor.

Asentí con la cabeza y caminé con parsimonia. Cuando eres quien llega, debe sentirse bien que alguien se emocione con tu arribo, claro, alimenta el ego, eres importante para alguien. Pero acá quiero ser enfático y no llamarnos a embustes, ser importante para cualquiera lo logra, en efecto, cualquiera. Pero ser importante para alguien que vale la pena, eso se gana y es algo para estar orgulloso.

Ese día no quise ser importante para nadie, por voluntad propia. Quería simplemente pasar y que me confundieran con una corriente de aire buscando una roca para desaparecer. No percaté a nadie de mi partida, tampoco de mi llegada. Solo llegué al puerto agrietado de un alma errante.

Tomé un taxi y le dije que me llevara a casa. Ya eran las 11:30, hacía frío y precisaba de algo de descanso. Al llegar, 10 minutos después, pagué y caminé hasta la puerta. El interior estaba  apagado, oscuro y frío. Si pudiera, tomaría ladrillo a ladrillo, y me llevaría esta construcción lejos,  pero no nos engañemos solos, eso no se podía. Abrí la puerta y dejé las maletas en la sala.

Me recosté en el sofá y cerré los ojos, entonces vi el único rostro que quería ver, por el que había vuelto. Solo ahí lo iba a encontrar. Solo mi familia y ese rostro me hicieron volver, el resto se podía ir a las calientes fosas infernales del averno. Me acomodé y recordé la nieve que cayó ese último día sobre Paris, la que vi desde la ventana de mi habitación en el Hotel Des Chevaliers ubicado en el 30 de la Rue Turenne. Luego caí dormido mientras rememoraba y sentía en mis labios el roce del pabellón de su oreja cuando le susurré la última frase antes de irme: Hasta el lunes que nos veamos, hasta el lunes.

sábado, 16 de marzo de 2013

EN UN BUS



Prólogo: 

Al sentarme a su lado, empezó a hablarme. Lo hizo como si ya nos conociéramos, casi como si nos viniéramos comunicando desde antes de poner a funcionar las cuerdas vocales ese día.

Me contó lo que no sabía: La historia con él. Al llegar al final de su relato, esto fue lo que hablamos:

Capítulo I: De los errores.
  • Uno no debería creer – me dijo mientras giraba la cabeza hacía la ventana y una lágrima huérfana amenazaba con salir de su ojo.
  • Uno si debe creer pero no a todo el mundo. – Le respondí mientras le pasaba un pañuelo.

Esa señorita se turbó cuando por azar yo terminé sentado a su lado en aquella ruta de bus mañanero. Debí recordarle a alguien, o a algo. Pero tan pronto como hicimos contacto visual en aquel vehículo, sentimos la necesidad de hablarnos, pero no por coqueteo. Reitero que era una necesidad.

Antes de eso, me tocó aguantar de pie las frenadas abruptas y las aceleradas repentinas durante unos 15 minutos mientras me enfocaba en sus ojos verdes. Luego por suerte, estábamos hombro a hombro sentados en el cuarto par de sillas del lado derecho del bus; sorteando la descontrolada forma de conducir del chofer:

  • Gracias -  Se secó el ojo y prosiguió – ¿Viviste algo similar?
  • Sí, muchas veces, pero ¿sabe? creo que la decepción propia no radica en las otras personas sino en uno mismo y en nuestros errores, o más bien, en un error.

Ella suspiró y retuvo un falso arrebato de perder el control, como queriendo gritar.

  • Es una mierda – dijo reprimiendo su tristeza y dio un puño en la pierna, en su media velada negra. – Sentirse defraudado es lo peor. Pero cuénteme ¿Qué error es ese?
  • Mantenga la calma. No diga groserías. Ese error del que le hablo es esperar algo de la gente.

Respiró profundo e intentó inútilmente cambiar de tema.

  • Debe estar extrañado que una desconocida le cuente sus penas.
  • Usted debe estar extrañada que un desconocido quiera oírlas, y lo que es más, que esté pensando en escribirlas. Así que hábleme. (Quien haya leído a Marguerite Duras entenderá porqué hice esta petición de seguir hablando, quien no lo haya hecho, la recomiendo)
  • Solo evite poner mi nombre en lo que escriba.
  • No hay problema. – Le respondí la sonrisa.- Por favor hábleme.
  • (Miró por la ventana y habló al vacío) Cuando el mundo se jode, te jode con él; te quita las ganas de todo y hace que te desquites hasta con la gente que quieres. Quieres creer que tu interpretación de mundo es la correcta, porque eres la víctima, eres quién está triste.
  • Suena tonto decir que si bien fue su culpa en minoría, no debe sentirse mal. En efecto da tristeza y si le sigue pasando terminará por perder la esperanza en la bondad de las personas. Si le soy sincero, yo estoy empezando a perderla , la esperanza y la bondad, pero sospecho que alguien, al menos uno, debe seguir teniendo algo de buena volunt…

El bus frenó abruptamente, nos recompusimos y continuamos.

  • (Respiró profundo) Debe haber gente buena, alguien que valga la pena.- Dijo ella.
  • Por supuesto, usted se autodenomina alguien así. Estoy seguro. Por eso quiere buscar a su copia masculina exacta y ahí está su… perdón, nuestro segundo error. Así como nosotros dos tenemos nuestros rencores, todos tienen los propios. Generalizar siempre impide el conocimiento, pero en momentos de rabia uno no atiende a razones. Si de mí dependiera diría que es usted una mentirosa, y todas las mujeres son mentirosas, ninguna vale la pena y merecen ser torturadas por traidoras. Sin embargo, no todas son así. Hay mujeres que olvidan sus rencores y se convierten en los seres más tiernos, amables y guerreros que imagine. De la misma forma usted dirá que todos los hombres somos mujeriegos, de poca voluntad y sin embargo existimos hombres que olvidamos fácil nuestros sufrimientos y estamos dispuestos a enamorarnos mil veces y todas ellas con la misma entrega.
  • ¿Cuántas veces le han traicionado?
  • Eso irrelevante.
  • (Respiró profundo y los ojos verdes le brillaron) Cómo le dije, encontré al imbécil con otra, con la ex novia. Esa maldita p…
  • Mantenga la calma. Hábleme sin groserías.
  • Con esa señorita. La verdad me descontrolé y…
  • No, hábleme de otra cosa.

Ella suspiró, cerró los ojos y trató de concentrarse en algo que no supe qué era:

  • Soy economista, trabajo en la Petrolera Hall Bait. Llevo 4 años allá.
  • ¿Le gusta su empleo?
  • Me da igual. Ahora me da igual.
  • ¿Ha llegado a pensar qué pasaría si la despiden?
  • (Subió las cejas como sorprendida por la probabilidad y habló) Si. Seguramente buscaría otro empleo o tomaría un descanso mientras consigo otro. Estudiaría algo o…
  • No – Le interrumpí – No me refería a qué pasaría con usted, me refería a que pasaría con la petrolera.
  • Nada, o al menos nada importante. Seguro me reemplazarían en poco tiempo. Hay muchos economistas.
  •  Usted es prescindible y por ende reemplazable.

Suspiró, miró por la ventana y retornó la vista al interior del bus. Finalmente la posó a un tipo calvo de bigote canoso que estaba poniendo cierta atención a nuestra conversación. Me miró y me di cuenta que el color de sus ojos era hermoso, muy claro y brillante debido a la amenaza de las lágrimas. Trató de hablar en un tono cómplice y bajo la voz hasta que se acercó a un susurro.

  •  Lo sé.
  •  Pero no sienta mal, todos somos reemplazables. El primer paso para su infelicidad es sentirse muy importante para otra persona. Tenga en cuenta que preguntar ¿Cómo estás? no responde precisamente que al otro persona realmente le importe cómo esté, por el contrario, ello solamente se engrana en la cadena de formalismos de una conversación standard. Ahora, entérese que en calidad de persona "prescindible", como cualquiera, usted es susceptible de ser reemplazada, incluso por un vacío, eso no importa. Asimismo usted puede cambiar a otros sujetos, por lo que quiera, desde un amor seudo-platónico hasta un partido de fútbol en TV. Es crudo pero es cierto, la gente supera recuerdos y personas. La supera a usted.
  •  Esos ya son tres errores. Todos nuestros.
  •  Me cuesta creer que apenas con conocerla ya tengamos cosas nuestras. Como si las hubiésemos comprado en conjunto antes de conocernos. Ahora hábleme.
  •  Mucho gusto, me llamo Sonya.

Le dije mi nombre.

  •  Es la primera vez que le hago la conversación a alguien que conozco en un bus.
  •  Normalmente yo tampoco lo hago, como ya sabe, no confío en nadie fácilmente.
  •  ¿Es malo que yo haya hecho eso?
  •  En absoluto. Creo que va en cuestiones de personalidad. Hay gente que acepta la conversación de otro en un bus, pero porque ve en el otro un juguete, y les emociona el hecho que otra persona se ilusione románticamente  con ellos. Les alimenta una autoestima que ya está muy abajo. Esa es la forma de equilibrar sus vidas respecto de un cierto tipo de rencor. No son del mejor tipo de personas pero, qué le vamos a hacer.
  •  Son unos desgraciados.
  •  Y desgraciadas, acuérdese que también hay mujeres que son así, y si me pregunta le puedo dar muchos ejemplos.
  •  No somos unas santas, en eso tiene la razón.
  •  Ya debo bajar del bus. –Le dije mientras me ponía de pie.
  •  ¿Te puedo llamar? – Me dijo tomándome el brazo.
  •  No es necesario.
  • ¿Por qué?        
  • Yo trabajo dos pisos más arriba de la petrolera Hall Bait. Puede buscarme cuando quiera.

Ella me abrió los ojos como platos y miró por la ventana escrutando el deplorable paisaje citadino que le ofrecía las 8 de la mañana de ese encapotado día:

  • ¿Dónde estamos?
  • En el lugar en el que usted también debería bajar del bus.

jueves, 14 de marzo de 2013

EL PAPA ES LATINO, ES ARGENTINO

Sé que se me escapan muchos detalles importantísimos,
pero un escrito incluyéndolos, me llevaría demasiado espacio y haría el texto muy denso.
Sígan formulándome sus preguntas por las redes sociales,
con gusto las seguiré contestando.



Por razones de sorteo cosmológico, mi ciclo vital no coincidió con muchos eventos que considero muy importantes para la historia del mundo. El primero en el que me hubiese encantado estar, sería aquel en el que el último trabajador puso la lámina de oro que recubriría las pirámides de Gizah en Egipto (porque estaban recubiertas de oro para quienes no supieran dicho dato); por otro lado y casi como polo opuesto, debido a su distancia temporal, estar en Woodstock para mí hubiese constituido una experiencia similar al éxtasis. No obstante, huelga decir que en ninguna de las dos estuve, sin embargo el mundo siempre da revanchas.

La historia me brindó una oportunidad muy buena de ver por televisión uno de los sucesos más importantes del mundo: La elección del primer Papa Latinoamericano. Y digo del mundo, sin exagerar, porque a pesar de no ser católico, sé que sigue siendo la religión más poderosa y con mayor cantidad de feligreses alrededor del globo. Así que no nos llamemos a engaños, esto le interesó tanto a católicos como a curiosos de otras religiones o simplemente a-religiosos.  

Quienes me conocen saben el profundo y enorme aprecio que le guardo a nuestra hermana República Argentina, y no niego que me alegró que el Cardenal Jorge Mario Bergoglio quedara en el trono pontificio. Sin embargo, más que un sentido patriótico latinoamericano que puede caer en la prepotencia, hay que mirar las enormes ventajas que puede traer el hecho de tener un latino sentado en la silla papal.

Los papas anteriores fueron europeos, por ende y pesar de sus múltiples viajes, no sabían ni coyuntural ni visceralmente los conflictos de humanidad sensible que sucedían alrededor de las repúblicas latinas, que sin mentirnos, superan por mucho los conflictos europeos.

Si bien, Bergoglio probablemente tampoco los sepa de todos los conflictos de los países, por lo menos conoce  muy bien los de Argentina, que también son de extrema delicadeza (y muy similares al del resto de países sur y centro americanos). Durante la vida del cardenal, el país gaucho se vivió sucesos como La Guerra de las Malvinas, El fenómeno del Corralito y un fenómeno de inflación descontrolado (solo por nombrar unos en exceso elementales). Por tanto estas experiencias le dan el conocimiento suficiente para identificar los puntos sensibles de esta América que se está desangrando. Así podría empezar a actuar como líder espiritual, como símbolo o como poder para atenuar estos flagelos; de ahí a que lo haga, eso ya no depende de nosotros.

Además de lo anterior, debemos responder a otras preguntas: ¿Cómo manejar el fenómeno de abusos sexuales entre la curia? ¿Cómo manejar la crisis del Banco Vaticano? Muy seguramente va a requerir la fuerza de carácter que ya demostró cuando se enfrentó a la ahora presidenta argentina Cristina Fernández, al oponerse vehementemente al matrimonio homosexual. Así mismo necesitará tener gente de confianza a la mano, que pueda garantizarle una administración coherente y transparente. Pero estos son inconvenientes que subyacen bajo una pregunta mucho más grande.

¿Qué hará frente a la crisis de fe? Eso es lo primordial. Lo intentó Juan Pablo II haciendo el acto de tolerancia más abierto de los últimos tiempos al reconocer que TODAS LAS RELIGIONES CONFORMAN DISTINTAS MANERAS DE EXPERIMENTAR A LA DEIDAD; luego lo intentó Benedicto XVI, tratando de recordar y redimir las faltas de sus compatriotas alemanes durante el Holocausto Nazi, pero hoy, lo que se le ocurra a Francisco I tendrá que ser bueno, de lo contrario veremos otra renuncia en poco tiempo y un interesante partido de dominó entre Ratzinger y Bergoglio en las salas del Castel Gandolfo con transmisión en vivo por los canales nacionales. 

lunes, 11 de marzo de 2013

NOCTURNA




...y yo  que aún sigo tratando de controlar la emoción que me produce verte...

Yo que amo tu mirada nocturna,
Tanto como tú una poesía altanera.
Me quedo suspendido en letras vespertinas,
con un susurro que a mi lado se recuesta.

Tu que amas los recuerdos de lo que no hemos vivido,
y yo que amo las esperanzas de lo que ya pasamos.
Me siento, te siento, escribo y te recuerdo,
luego tomo la mano fantasmal de tu figura y allí me quedo.

Yo que amo seguirte, y tu que amas que lo haga,
Tu que encuentras mi caminar taciturno,
y lo trasformas en un vuelo esperanzado,
Que estrella a estrella quiere bajarte el cielo a pedazos.

viernes, 8 de marzo de 2013

UN REGALO PARA LA MUJER



Recuerden siempre que no todas las hembras son mujeres,
solo quienes valoran, tan magna condición  merecen ser llamadas así.


Traté de buscarla entre las notas que emitía el violín, y estás, aunque celestiales, carecían de esa expresión tan única que da una mirada de pupilas inquietas que inoculan de nervios todas las partes de mi anatomía.

Traté de buscarla en la melodía que salía de la guitarra, y esta, aunque armónica, no se comparaba con el sonido de su voz que, mientras miraba inquieta por la ventana, criticaba el clima que no la dejaba salir a tomar aire.

Traté de buscarla en las canciones que sé tocar en el piano, y estas, aunque me la recuerdan, carecen de lo que me produce verla: Esa torpeza creciente en mi motricidad que se delata con el temblor de las manos y el suspirar atropellado cuando mis ojos pierden su imagen.

Traté de buscarla en el sonido de un bongó al ritmo de un bolero, y, créanme, que no se comparó siquiera mínimamente con la perfecta cadencia de su caminar. Ese andar milimétrico, paradójicamente rectilíneo y ondulante me hace contemplar el cuadro completo de sus distracciones posadas en unas hojas que trae en la mano. Eso no se contrasta con nada ni nadie.

La busqué en las pinturas, en las esculturas, en los bailes, en el cine, en el teatro, en la arquitectura y he llegado a una noble conclusión: No estás en ninguna parte porque la perfección no es infinita.

Cómo mujer eres única aunque de tu mismo género existan millones, y aunque en el mundo  encontremos muchas maneras de arte, no hay ninguna que brinde  un placer equiparable al de despertar y ver a nuestro  lado a la mujer amada. 

Antonomasia mutante