lunes, 20 de agosto de 2012

EL COMIENZO DEL LABERINTO II



Ella fue pero nunca quiso serlo,
Ella sonrió sin mover sus labios.
Ella caminó sin tocar el suelo.
Ella sigue siendo ella, aunque lejos.
Ella sólo es ella, es sin quererlo,
sigue siendo sin saberlo,
y seguirá siendo sin pretenderlo.


Samantha fue presa del pánico, respiraba demasiado rápido y esa inhalación y exhalación incontrolada le dio una sensación de mareo que amenazó con hacerla desmayar. Quería salir, pero no podía salir seca cuando había dicho que se estaba bañando; quería quedarse allí, pero no podía permitirse ese acto de cobardía cuando se estaba imaginando los peores escenarios en la sala de su casa. Se imaginaba el momento en que Eric levantara la pantalla del computador.

Abrió la ducha y un golpe atronador vino desde la sala de la casa. Samantha dio un brinco y sintió que sus manos temblaban. Salió del cubículo de la ducha y se secó con la toalla, tomó la perilla y sintió los latidos del corazón casi en la garganta a causa del pánico que le provocaba  imaginar lo que se iba a encontrar afuera. Ya estaba girándola pero en el último momento se arrepintió y la soltó. Se quedó adentro.

  •          Eric, ¿Estás bien?- preguntó.

Le respondió el silencio.
  •     Eric, ¿Estás ahí? – insistió.
  •     Si – dijo con el tono serio que siempre ponía cuando la ira le corría por las venas.
  •      Ha sonado algo, un golpe ¿Has sido tú?
  •      Sí.
  •      ¿Qué ha pasado?
  •      ¡Al parecer he cerrado el computador con demasiada fuerza antes de salir y se ha roto la pantalla!, ¡No podré trabajar hoy!, ¡Maldita sea! – Decía gritando mientras sonaban unos golpes de menor intensidad. Era seguro que estaría dándole puños a una pared.

Samantha hizo una mirada de extrañeza. Creyó que la causa de la rabia sería otra pero, al parecer había tenido suerte. No se explicaba cómo, pero lo averiguaría luego. Sin salir de su estupefacción envolvió su hermoso cuerpo desnudo con la toalla y salió con cuidado.

Al llegar a la sala vio a Eric sentado en el sofá, estaba recostado mirando hacia el techo. Él, cuando noto la presencia de Samantha, bajó la mirada y la clavó en las pupilas de ella, con rabia, sin embargo, luego suavizó la expresión.

  •          ¿Desde hace cuánto te demoras tres minutos en ducharte Samantha? – le dijo con una sonrisa fingida.
  •           Aún no empiezo a demorarme ese tiempo- dijo levantando los hombros- sólo quería saber si estabas bien.
  •             Lo estoy, por ahora saldré un rato.
  •            Perfecto.

Samantha sabía que no debía hablar demasiado con él cuando se encontraba en estado de ira máxima. Dio media vuelta y entró al baño de nuevo. A los pocos segundos sintió un portazo y luego se escuchó solamente silencio.
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Dos horas después, ella estaba tomando un café cuando sintió que el teléfono móvil estaba vibrando dentro de su bolso. Eric la llamaba:

  • Hola Eric.
  • Hola, estoy en la casa. ¿Dónde estás?
  • Tomándome un café en Love Coffee(1).
  • Pensé que ya estarías camino a Colombia, donde seguro te esperan con ansia. – Le dijo con tono sarcástico.

Samantha se puso pálida y colgó la llamada sin seguir escuchando a Eric. No se explicaba cómo se había enterado que quería ir a Colombia, ni mucho menos que alguien la esperaba. Sin duda alguna había visto el correo, pero ¿Cómo? Sacudió la cabeza y decidió no pensar en eso, en cambio, se percató de la gravedad de la situación. Le había dado su paradero de forma inocente, y lo peor es que sólo los separaba media cuadra. Ella pagó la cuenta y salió del lugar lo más rápido que pudo.


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Eric sintió que se cortó la llamada y se sintió poseído por el mismo demonio. Un corrientazo le corrió por la espalda mientras abría el clóset  y sacaba, de una caja de madera, el revolver Smith & Weson K.22 que había heredado de su padre. Lo guardó entre un bolsillo de la chaqueta y bajó corriendo.

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Eric salió a la calle y empezó a trotar hacía la esquina del café donde estaba Samantha. Antes de llegar allí la vio salir del lugar. Ella giró la cabeza y lo vio también. Allí todo pasó en cámara lenta: Él metió la mano al bolsillo de la chaqueta, sacó el revólver y apuntó; Samantha vio el arma que iba en su dirección y su cuerpo se tensó, sintió pánico y se lanzó detrás de un carro aparcado a la orilla de la calzada mientras una bala tronaba contra el capó de ese auto.

La gente se lanzó al piso entre gritos y los autos que transitaban por la avenida se detuvieron. Eric corrió hasta el carro tras el que se había lanzado Samantha y apuntó, al vacío. Samantha ya no estaba. Iba a proseguir su búsqueda pero sintió un fuerte golpe en la espalda y cayó de bruces sobre el asfalto con la vista nublada. Cuando quiso incorporarse, sintió un segundo golpe y de pronto, para Eric, todo fue oscuridad. 

Antonomasia mutante