A.G.A.Q.S.P.C.T
Aunque al final de la historia terminemos separados,
mi deseo más grande es nunca irme de tu lado.
Voy a serme sincero. Cuando uno
siente gusto por otra persona se toma de cualquier señal por pequeña que sea
para creer que uno también es especial en la vida de ella. Pero no hay llamado
al engaño más dañino que ese.
Eso me pasó, hasta que una noche
pude llevar a un puerto todos los pensamientos que parecían barco en medio de
una tormenta inclemente. Saber que no me importaba tener sus labios, ni su
cuerpo; ni tampoco tomarla de la mano por la calle o dibujarme con ella en una
foto vespertina y romántica, fue el primer paso para saber que ella realmente más que gustarme, realmente la quería.
No sé cómo suene, pero solo me
importa que ella esté bien y punto. Para quienes no lo notaron, todo lo
anterior se incluye en una lista de posesiones y publicidades que se quedan
perdidas en el mundo de lo egoísta.
Resurgiendo, si alguna vez tengo
sus labios sobre los míos es porque definitivamente no hubo otro lugar al que
pudiera ir el cariño correspondido y si alguna vez juntamos nuestros cuerpos es
porque no hubo otro sitio en el que pudiera traducirse tanto amor convenido.
Por ello y por ella, he decidido
en una noche de música quieta y vino evaporado imponerme la misión interminable
de saberla bien; de encontrar en cada rincón de mis minutos, un motivo para
sacarle esa sonrisa que aguarda tras la cortina de sus labios; de encontrarla
sumida en sus cavilaciones mientras yo le importuno con el más bien sabido de
sus antojos.
La misión será correr presuroso
cuando precise de mi compañía y quedarme en el más pulcro silencios si solo
quiere que esté allí para tomar de su mano. Decirle que aún puede hacer lo que
quiera por más que sus fuerzas parezcan desvanecerse y llevar a su alcance la
medicina necesaria para calmar todos los dolores que la atormenten: desde un
abrazo hasta una pastilla.
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