viernes, 21 de diciembre de 2012

COMPENDIO 2012 (COMERCIALES)



No hay despedida válida para quienes se quieren

Si el tiempo me preguntara qué parte de mi vida quisiera repetir, diría sin pensar que este año lo viviría de nuevo, día por día, y saborearía aún más estos 365 maravillosos días. Tuve un año de grandes triunfos de los que ustedes, mis queridos lectores y familia (y ya saben que con familia me refiero a la familia con la que nací y la familia que elegí) han sido testigos y felices causantes.

Este año no solo fue de triunfos y sería un mentiroso donde dijera que solamente tuve alegrías. También tuve tristezas profundas en las que aprendí más de mí mismo que en cualquier etapa de mi existencia. Supe que la familia es de oro y que cuando las condiciones son adversas, no hay apoyo más indestructible que ese. Supe que hay amigos incondicionales a los que puedes pedir que te acompañen a la guerra y ellos sin problema ya tendrán el arma en la mano para combatir conmigo.

Este año aprendí que la vida se hace de momentos, y que hay veces que el mundo sobra cuando aparece una persona, únicamente una, que te alegra el día. Entendí que la vida se hace de los instantes que te dejan sin aliento. Supe que no hay despedidas válidas para quienes se quieren y que no hay mejor terquedad que aquella que es generada ante lo que es injusto.

Una de las enseñanzas más hermosas que recibí fue la de saber que la confianza es un tesoro que no es apto para todo el mundo, es de un valor incalculable y no hay que estar derrochándolo con cualquier persona. Aprendí que los logros se adquieren con constancia y disciplina y que darse por vencido ante los obstáculos solo hace notar un alma sin ganas de vivir.

Aprendí que no hay tristeza suficiente para agachar la cabeza y que no hay peor enemigo que uno mismo. Aprendí que el camino es largo y pone personas maravillosas, que ante el momento difícil, te hacen abandonar el camino errado y te abren los ojos, haciendo que mires de manera distinta de qué estás rodeado.

Aprendí que ustedes mi familia, mis lectores, mis amigos, la gente incondicional, la de oro, la que me llenó de alegrías y triunfos durante este año, merecen un lugar de honor en mí memoria y mis altares de la gratitud. El libro, el blog, los conciertos, las sonrisas y el aprendizaje, todo, fue gracias a quienes me rodearon este año. No caben tantas gratitudes. Si pudiera repetir un año de principio a fin, día por día, sin duda alguna, sería este y junto a ustedes.

FELIZ NAVIDAD Y GRAN AÑO PARA TODOS.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL CEMENTERIO DE UN SENTIMIENTO

A.G.A.Q.S.P.C.T.


Cambió mi mundo, pero aún no así no se quedó.
Por favor leer el siguiente escrito escuchando la siguiente canción de fondo.




Me separaba con sus manos sobre mi pecho - un acto hecho con la razón-, sin embargo, sus labios seguían unidos a los míos -un acto hecho con el corazón-. Desistió de la idea de alejarme, puso sus manos en mi espalda y me atrajo hacia ella para darnos un beso más. Luego, nos rendimos. Nos ganó el tiempo, nos ganó la situación, nos ganó todo lo que podía causarnos daño. Derrotado me di cuenta que hasta ahí llegó todo, no hubo más magia, ni momentos buenos qué recordar, ya no había nada que se pudiera hacer.
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Una vez más, 15 minutos tarde. No le haría ningún reclamo al respecto, porque ese día no quería que una pelea dañara el momento que, muy a nuestro pesar, ya estaba dañado antes de llegar. Me atrevería a asegurar que nunca me molestó que llegara tarde, lo único que yo no soportaba era la ansiedad de verla.

Lo sabíamos, nuestra voluntad cuando se trataba del otro se volvía de arena. Más la mía que la de ella, debo aceptar. Sin embargo, de tantas noches en las que hablamos, la convencí de vernos de nuevo una vez más, esta vez definitiva y radical. No fue fácil, pero era necesario. En esta ocasión le tenía un regalo más, el último, el más preciado para mí, el que le había prometido hacía mucho tiempo.

Cuando la vi, me acerqué con sigilo y, aunque estaba muy cerca ella no me vio. Ello auguraba claramente un futuro en el que ella, había decidido dejarme por fuera, y yo acepté a regañadientes. Le toqué el brazo, y esa sonrisa en la cara se dibujó al instante. Al instante recordé lo que me había dicho hacía apenas dos días: Necesito un abrazo, necesito tu abrazo.

Entramos a un café donde una vez más tomé vino. Ella tomó una cosa con canela que tenía el nombre de un personaje que yo admiro mucho y fue el precursor de los más grandes avances de la civilización egipcia luego de la era faraónica: Alexander. La verdad no sé qué relación había entre esa combinación de licores y un personaje de ese talante, pero la verdad no era que me importara mucho en ese momento. Regresemos al caso.

No senté a su lado. En cambio me hice en la silla frente a ella. Después de esto, siguió una guerra de silencios incómodos adornada por fingidas formas de hacer una conversación amistosa. Posteriormente intentamos hablar del tema que nos importaba, -que no se fuera, que podíamos juntos, que no importaba nada más- pero siempre llegamos a la misma conclusión: No tenía sentido.

Entre todo aquello la seguía viendo hermosa, de una manera inusual. De esa forma en la que se ve una porcelana detrás de una vitrina. La veía cerca, a unos centímetros de darle un beso. Sin embargo, un “algo” invisible me impedía tocarla, sentirla, abrazarla.

En un momento me senté a su lado y la abracé. Ambos queríamos estar juntos, un poco más, un minuto más. Me abrazaba con fuerza, pidiendo que no me fuera y yo le respondía tomándola entre mis brazos como si no quisiera dejarla escapar nunca.

Me fijé por dos segundos en su mano derecha. Estaba sujetando con mucha fuerza su bolso. La tomé y cuando su fuerza se desvaneció, la puse en mi cuello.

-          En vez de tomar con fuerza tu bolso, tómame con fuerza a mí.

En ese momento no hubo más voluntad y un beso dejó de lado esa cordura fingida que tuvimos en los minutos precedentes.

Me separaba con sus manos sobre mi pecho - un acto hecho con la razón-, sin embargo, sus labios seguían unidos a los míos -un acto hecho con el corazón-. Desistió de la idea de alejarme, puso sus manos en mi espalda y me atrajo hacia ella para darnos un beso más. Luego, nos rendimos. Nos ganó el tiempo, nos ganó la situación, nos ganó todo lo que podía causarnos daño. Derrotado me di cuenta que hasta ahí llegó todo, no hubo más magia, ni momentos buenos qué recordar, ya no había nada que se pudiera hacer.

Aquel café ya no era un café de tendencia londinense sino un lugar abierto con aire y mucho campo para verla correr y perderse en la distancia. Me distraje para saber qué tan lejos podía llegar para luego ir por ella, pero cuando regresé la mirada al lugar en el que ella estaba, me quedé divisando el vacío. Ella ya se había marchado y yo me había quedado con un beso de despedida entre el bolsillo que terminé botando al vacío.
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En algún momento le entregué aquel regalo que tenía para ella, y creo que le gustó.

lunes, 10 de diciembre de 2012

EL ORDEN DE TUS SENTIDOS


A.G.A.Q.S.P.C.T.

El mensaje no es lo importante,
lo importante es saber leer el mensaje.
Por favor leer el siguiente escrito escuchando de fondo la canción que dejo a continuación.



GUSTO

Ella siempre besaba con motivo. Estaban sentados mirándose frente a frente, ella respiraba profundo y él saboreaba con su mirada el inmenso manjar de tenerla entre sus brazos.

Él la acercó, hasta que rozaron la punta de su nariz. El tiempo detenido les gustaba, ello hacía del momento efímero un instante eterno. Veían sin mirar que tenían los ojos cerrados, sentían sin analizar la respiración acelerada de su ser amado.

Ella solo besa con amor. Él lo sabe.

Ella acercó su agitada exhalación a la de él y juntaron sus labios en unos segundos que pudieron ser minutos, u horas. Se separaron sonriendo, cansados. Toda su energía se transmitió con un beso. Siguieron allí mientras en el rostro de él una beta de tristeza empezaba a asomarse: Ella le había entregado mucho más de lo que merecía.

OLFATO

Ella camina a su lado y él busca cualquier motivo para abrazarla, tomarla por la cintura o simplemente darle la mano. Ella parecía nerviosa, algo confundida. Cansada.

Él miraba todo y a la vez no miraba nada. Él la observaba y no podía evitar recordar lo que acababa de pasar. No sabían ni cómo ni porqué habían acabado en ese punto, la verdad no les importaba. El hecho era que ese momento había significado una alegría que no podían disimular, algo que habían aplazado desde hacía mucho tiempo.

Con un abrazo se despidieron. Ella se alejó y él se quedó tratando de adivinar qué era lo que ella estaba pensando. Cuando la perdió de vista, se llevó las manos a la cara en señal de desesperación, no quería que se fuera, quería irse corriendo detrás de ella. Ahí descubrió que en su mano izquierda había quedado impregnado el aroma más delicioso: El de ella.

VISTA

Él la vio llegar, una hora tarde. A él no le importaba pero tampoco perdería la oportunidad de molestarla un rato por eso. La vio venir en cámara lenta, hermosa, ella. Los ojos estaban más brillantes que de costumbre y su sonrisa combinaba perfecta con su rostro.

La blusa era lo de menos, lo hermoso eran sus hombros al aire. Eran parte del paisaje perfecto de su anatomía. Erguida, segura, magnífica. Llegó en dos segundos y no se fue nunca de mi cabeza.

OÍDO

Empezó a hablar de algo que él solo escuchaba como poesía. Mientras hablaba ella se quitaba el cabello de la cara, respiraba y proseguía. Él intentaba responderle, atinar a decirle algo, pero ella lo hipnotizaba. Se la imaginaba diciendo que lo quería, que estarían juntos, que escaparían y de pronto, él aterrizaba sobre el planeta de nuevo.

Ella no solo era hermosa. Ella hablaba y transformaba lo terrible en paraíso. Por cada pregunta que él le hacía ella le respondía con palabras tan exactas que parecían una partitura hecha por un virtuoso. Cada nota de su voz, cada respiro, cada silencio, cada parte de aquella sinfonía, se antojaba un manjar para los oídos de él.

Alguien lindo gusta, alguien que sepa hablar interesa, pero alguien inteligente enamora. Ella lo enamoraba. Solo ella podía decirle las respuestas acertadas y detenerse en el punto justo en el que él quedaba en suspenso tratando de saber un poco más. Ella era ella, hablaba como ella, él la sentía como ella, y eso era suficiente para que él se volviera loco: por ella.

De un momento a otro dejó de oírla. Él se percató de la situación. Sus labios estaban juntos.

TACTO

Las fresas no eran la única forma de volverlo loco, ella lo sabía. La mano de ella sobre el rostro de él, activó toda una serie de conexiones neuronales que de forma extraña acabaron haciéndole sentir el mismo vacío de una montaña rusa en bajada.

Ella movía su mano, tierna, ligera y lenta hacía los labios de él. Haciendo de esa tarde un todo suspendido. Él temblaba como si estuviera dando su primer beso. 


VISTA, OÍDO, TACTO, GUSTO, OLFATO

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Epílogo:

Caminó solo una vez más, tomó el bus decidido a ceder a sus peticiones. Pero mucho tiempo después en ese mismo café habrían de encontrarse. Por pura casualidad.


viernes, 7 de diciembre de 2012

AQUELLA HERMOSA HISTORIA


A.G.A.Q.S.P.C.T
JUST FOR HER

-          Una última vez
-          No.

Ella dio media vuelta pero no la dejé ir. Le tomé la mano y al girar, junté mis labios con los suyos en un momento que quería eterno. Ella bajó la mirada, sonrió y de esa manera me lo dijo todo. Luego con un adiós doloroso se perdió en la lluviosa tarde sin que yo pudiera hacer nada.

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Ella hasta para ser impuntual era encantadora. Yo fingía cierto enfado para que me hiciera alguna voz consentida o simplemente, como respuesta, ella fingiera un enfado hermoso alegando que no era  su culpa. Ello funcionó siempre. Ese día me dijo que llegaría media hora tarde y no le vi inconveniente, así que al llegar ultimé detalles de lo que llevaba para ella: Una poesía de métrica no muy pulcra y una partitura de un soneto.

Caminé y saqué mi celular para pasar los quince minutos que faltaban para verla. Entonces, recordé la famosa frase de un piloto de Fórmula 1 luego de ganar una carrera: El periodista le preguntó ¿qué sintió cuando dio la última vuelta de la carrera? Él contestó: Sentí que los metros se hacían kilómetros. Pues bien, de esa misma manera, a menos de un cuarto de hora de verla yo sentía que los minutos eran siglos e impaciente daba golpecitos al muro de acero sobre el que estaba recargado.

El lugar en el que nos encontraríamos lo bautizaré como un bosque con árboles de concreto y animales audio-parlantes que viven por vivir; era la ciudad. El sitio dentro de esa ciudad lo definiré como una estación de tren, de buses, de lo que sea, da igual, eso no importaba. Yo estaba dentro de la estación, esperándola ansioso, con el celular en la mano y mirando persona por persona que pasaba por allí.

La estación era un túnel que tenía muros metálicos a lado y lado. Yo estaba recostado en una de las paredes mirando al interior. Sin saber por qué, y como si se tratara de un imán sentí que había llegado pero aún no la veía.

Me enderecé, caminé hasta el otro muro y observé el exterior de la estación. En efecto ahí estaba con el móvil en su oído, el mío empezó a timbrar al instante. En ese instante ella me vio, sonrió, colgó la llamada, vino hacia mí y nos abrazamos. El mundo se me antojaba innecesario cuando ella me abrazaba, era algo que me hacía verla única.

Caminamos poco. La llevé a un café de esos que ya casi no hay, donde ponen música de los Beatles y el que atiende no se refiere al cliente de forma irritantemente amigable. Luego de pedir dos copas de vino y brindar por algo que ambos sabíamos pero no nos dijimos, decidí entregarle el sobre con aquellos regalos.

-          Tus silencios son más silencios luego de cada frase que te escribo – le dije la noche anterior mientras hablábamos por la cámara web.
-          (sonrió) no me analices – me dijo riéndose.

Tembló al terminar de leerlo, normalmente quién temblaba era yo. Apenas quince días atrás nos habíamos besado por primera vez y recuerdo que nunca antes había sentido tantos nervios, pero esta vez era ella quién temblaba. Me dijo que le había encantado aquella poesía y giró la cara mirando al vacío.

No lo hagas. Me dijo cuando yo ya me había acercado a diez centímetros de su mejilla. No lo hagas, me repitió. Sin embargo y como si el tiempo nos hubiese concedido unos segundos extra en el día, nos dimos un beso, profundo, tierno, eterno.

-          ¿Llorar por ti? Por favor, no seas iluso- me dijo una noche.
-          Yo sé que no lo harás, espero que nunca lo hagas.

Una lágrima resbaló por su cara luego que me dijo que se alejaría, una vez más. Decía que era lo mejor, lo más sensato, lo correcto y sin embargo nos dolía. Yo me sentí el peor ser humano del planeta, la mujer que estaba frente a mí, la que me gustó y me enamoró estaba llorando y no podía hacer nada.

Maldito mundo. No hay peor pesadilla que ver llorar a la mujer que uno ama sin poder hacer nada. Maldito mundo. La abracé hasta que supe que no lloraría más. Lo que pensé mientras la abrazaba será algo que me llevaré a la tumba.

-          Para ti estaría bien que yo te agarrara a besos. – me dijo.
-          Si es lo que quieres, hazlo. Yo no tengo ningún problema.

Ella me halaba de la camisa con los puños cerrados y yo tenía las manos en su espalda. Aquel beso me unía a ella como si fuera una misma alma. Me encantaba esa fuerza con que me tomaba, casi como uniéndose al clamor de no dejarnos ir, de escaparnos, de estar solos, ella y yo.

Lo que siguió fue la entrega de nuestros deseos de saciar la sed. Nos besamos con pasión, con ternura, con deseo, con amor, con cariño, con súplica, de todas las formas que nos ocurrieron. De fondo pasó Ticket to ride, Penny Lane, She Loves You, Love me do y claro, Let it be.

Ahora ella temblaba y quedaba atrapada en un torbellino de energías. Habían momentos en los que tenía fuerza y otros en los que la sentía frágil, todo era hermoso, todo era perfecto, pero todo también tenía que acabar.

-          Que descanses mi cielo.
-          Que descanses, por favor, es en serio. Promételo.- me dijo en tono de regaño
-          Lo prometo.
-          Te mando un beso.- me dijo mientras sonreía
-          (Le mandé un beso)
-          Descansa.- seguía sonriendo.

Déjame ir. Fue lo que me dijo cuándo el tiempo se agotó. Yo no lo quería así. La quería a ella conmigo, la amaba y estaba dándome los mejores momentos. Sin embargo se iba. Me puse de pie y le abrí el paso.

-          Una última vez
-          No.

Ella dio media vuelta pero no la dejé ir. Le tomé la mano y al girar, junté mis labios con los suyos en un momento que quería eterno. Ella bajó la mirada y sonrió, y de esa manera me lo dijo todo. Con un adiós doloroso se perdió en la lluviosa tarde sin que yo pudiera hacer nada.

-          ¿Qué siente por ella hermano? – Me preguntó mi gran amigo.
-          Siento que si ella falta, me faltan motivos para querer soñar. La adoro.

Llegué a mi casa aturdido, como si me hubiesen asestado mil golpes en la cabeza. Intenté ser consecuente con aquello de no hablarle, pero fue imposible.

Mientras me acostumbro a estar sin ti, a extrañarte y ver en mi cabeza cada minuto de esta tarde, quiero que tengas una linda noche. Te adoro como no imaginas. Te extraño ahora y te extrañaré siempre. Le escribí.

Respondió a los pocos minutos y me tomé de allí para seguir hablándole. Conversamos y sentí que éramos uno, la sentí a mi lado, recostada en mi hombro mientras le consentía y le pedía que me hiciera ojitos. La sentí como nunca.

Ahora solo puedo abrazar la almohada clamando por un solo minuto más con ella. Duermo y siento que la tengo cerca pero despierto y solo encuentro un eco vacío que me responde su nombre. Ahora me encanta tener los ojos cerrados, no solo porque mi realidad no me guste, sino porque cuando los cierro, automáticamente siento sus labios en los míos, y de nuevo todo es perfecto.

Antonomasia mutante