miércoles, 20 de febrero de 2013

QUÉDATE (CERO)



Nada dejó mejor sabor que su imagen justo antes de dormir. Era una mezcla de sensaciones en el que no se sabe cuál es el lugar perfecto para ubicar. Ambigua e inexplicable, resultaba ser la mezcla de todos mis sentidos sin que ellos mismos encontraran un sentido. Ver su voz, escuchar su figura, sentir sus invisibles y jugar con sus seriedades era simplemente como sentir la brisa en la orilla de una playa en calma o el primer descenso de una montaña rusa. Una mezcla de emoción y placer que solo ella sabía dar en medidas justas.

Es la 1 de la mañana. Hace diez minutos que dejamos de hablar y no encuentro el sueño en ninguno de los rincones de la cama. Desde hoy, quedan cinco días para verla y de tanto extrañarla  hago los ademanes de suponer que está a mi lado, recostándose en mi pecho mientras la somnolencia le ataca suavemente con mi mano sobre su mejilla desnuda.


-          Quédate a ese lado, yo cruzo la calle – me dijo con el celular en la mano.
-          Me parece una mejor idea.-le contesté.

Ella sabía dónde era mi casa, pero las múltiples cuadras que hay que pasar para llegar hasta esta, podían confundirla fácilmente, en pocas palabras, no sabía llegar muy bien aún. Sumado a esto, aquello de la puntualidad entre los dos era algo con lo que jugábamos por obvias razones (si hay alguna duda, leer los textos anteriores). Ese día la llamé un poco antes de llegar al punto donde habríamos de encontrarnos:

 -          (Se rió) Hoy si quería llegar a tiempo – Me dijo

Luego de una conversación en la que dijimos que yo la esperaría en el punto que el día anterior habíamos acordado, caí en la cuenta que me había dado unos minutos más para planear algo. Como pude caminé, buscando algo que era para ella, pero no para ese día.
Crucé la calle de nuevo sabiendo qué era lo que iba a buscar, y tras no encontrarlo, me distancié del punto de encuentro más de la cuenta. Al resurgir en mí mismo y darme cuenta dónde estaba, me di cuenta que era yo quién llegaría tarde.

Saqué el móvil del bolsillo y ya tenía tres llamadas perdidas. Cuando me disponía a devolver la llamada, de nuevo era ella.

Después de bromear un poco y lanzarnos comentarios ácidos respecto de la falta de puntualidad del otro, nos vimos al fin desde el otro extremo de una avenida de cuatro carriles que parecían hectáreas. Aunque ella estaba muy cerca la veía muy lejos, hablando por el celular, conmigo. 

- Quédate a ese lado, yo cruzo la calle – me dijo con el celular en la mano.
- Me parece una mejor idea.-le contesté.

Los abrazos de ella no son abrazos comunes. Esa caricia gigante en la que rodea mi cuerpo con sus brazos es una manera diferente de besar, porque uno no solo besa con la boca, ni siente con el cuerpo. Y aunque cualquier teoría al respecto sea inútil, por alguna razón, ella sabía hablarme con la mirada palabras suaves, y con sus abrazos, me decía todo lo que sentía sin decir una sola palabra.

Cuando ella cruzó eso fue lo que hicimos. Abrazarnos largamente y hablarnos al oído. Peleamos jugando y jugamos peleando. Bromeamos y reímos hasta llegar a mi casa.
Ella tiende a ser un mundo distinto y sin embargo encantador. No tener expresiones francas de afecto en público es algo que me cuesta asimilar, sin embargo, sé que si hay afecto entre los dos, los únicos que debemos ver ese afecto somos ella y yo, y nadie más. Así que esto radica en ganas, o más bien, en aguantarse las ganas, ¿Ganas de qué? De darle un beso, de cortarle el paso con un abrazo, o de tomarle la mano, entre mil cosas más.

Sin embargo y, como dije antes, no solo se besa con la boca, ni se abraza con los brazos, ni se siente solo con el tacto. Ese día caminé pasivo al lado de ella, esperando un momento a solas.
 _____________

Luego de llegar a mi casa y pasar por las cordialidades necesarias -saludar, preguntar cómo están mutuamente, almorzar, hablar de mil cosas, y muchos etcéteras- quedamos solos en la sala, en el sofá. En el mismo lugar que presenció el beso en el que temblé como si fuera el primero. El primero entre ella y yo.

Mis labios encontraron los suyos, y los adoraron como el sediento que encuentra una fuente de agua. Fueron uno; dos; cien; mil; dos mil; o solo uno, los besos que nos dimos esa tarde. Hasta que le dije lo que quería, lo que aún quiero. QUÉDATE.

PD: Aquí empieza otro texto, otro que ella escribió sin tinta, ni lápiz, ni bolígrafo. No solo se escribe con letras, eso también ella me lo enseñó.

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