Se me
tornan insostenibles mis conversaciones con la almohada y éstas siempre acaban
inconclusas.
Esa funda celeste asegura tener la razón cuando dice que ningún
sueño se acomoda a su molde amorfo
de la misma manera en que se asentarían los
tuyos.
Samantha cayó de bruces sobre el
asfalto cuando sintió la bala pegar sobre el auto. El pánico no la dejaba
pensar con claridad, solo actuaba. En cuestión de segundos apoyo las palmas de
las manos sobre el piso y se impulsó para rodar hasta quedar bien escondida
bajo el carro.
Boca arriba, debajo del auto, trató
de sostener la respiración tanto como pudo. Giró la cabeza y vio como un arma
cayó a lo lejos y luego el cuerpo de Eric impactó el suelo.
-
Señorita –
dijo un hombre calvo, bajo y algo regordete que se agachó y le extendió
la mano – Ya puede salir
.
Samantha extendió la mano y
recibió la ayuda de aquel sujeto.
Una vez en pie, vio el arma en el
suelo, a Eric inconsciente tumbado sobre el pavimento y la gente aglomerándose;
ella no pudo aguantar y rompió en llanto. Mientras se sentaba en el andén.
-
¿Señorita se encuentra bien?- le dijo un policía
mientras le tomaba el hombro
-
Si señor – Le contestó secándose las lágrimas y
tratando de recuperar la compostura.
-
Disculpe, pero necesitaremos que nos acompañe.
Este evento ha alterado el orden público de manera muy grave y solicitaremos su
completa cooperación para saber por qué – señaló el cuerpo de Eric tumbado en
piso mientras un médico le tomaba el pulso - ese sujeto deseaba dispararle.
-
Por supuesto, iré con ustedes donde sea
necesario.
_______________________________________________________
Samantha regresó a su apartamento
cinco horas después. Estaba destrozada. Vio el computador sobre la mesa y
algunos cristales de la pantalla rotos. Sacudió la cabeza y entró a la
habitación, donde estaba toda la ropa regada al azar sobre la cama. Allí
parecía haber sucedido una catástrofe, todo estaba desordenado. Dio un pasó y
accidentalmente pateó una pequeña caja madera que estaba en el suelo, en la que
seguramente estaba el arma.
Tomó toda la ropa, la lanzó atropelladamente
dentro del clóset y cerró de nuevo la puerta. No tenía ganas de ordenar nada.
Eric estaría encerrado en los calabozos de la BPS (Bulgarian Police Service) durante
dos semanas y su vuelo saldría en 7 días. El tiempo por primera vez se ponía a
su favor, sin embargo, se sentía destrozada. Jamás imaginó que todo acabara
así.
Presa del agotamiento, se dejó
caer en la cama y empezó a llorar.
En ese momento ella hubiese dado
lo que fuera por un abrazo de su profesor, de esos que en varios momentos
supieron acallar sus tristezas y la hacían disfrutar de un amor muy lejos de
ser algo perfecto. En el momento en que la gente se dé cuenta que el amor ideal
solo se encuentra en la ficción, empezarán a disfrutar la indescriptible
emoción de superar obstáculos a lado de otra persona, y Samantha sentía que
estaba por superar esa prueba al lado de aquel profesor al que no había dejado
de pensar. Si bien no era al lado de su presencia al menos lo superaría al lado
de su ausencia.
Lloró
tanto aquella tarde que sus ojos color de indescifrable se rehusaron a emitir
una lágrima más. No creía que tan solo unas horas antes hubiese estado tan
cerca de morir, tan cerca de dejar de existir sin haber hecho tantas cosas. En
su interior una voz le dijo que una mujer sabia aleja a todo aquel que intenta
arruinar su vida, mientras que la mujer estándar puede terminar amando a aquel
que le arruina su existencia. La parte mala es que muchas mujeres se han debido
exponer a sufrimientos extremos para volverse sabias.
Al dejar
de escuchar esa voz en las profundidades de su mente, cayó presa del sueño y
entre sollozos durmió.
_______________________________________________
Despertó una hora después. La
paranoia de sentir a Eric entrando de nuevo, buscándola para acabar con ella no
la dejó descansar absolutamente nada. Se sentó y pasó la mano por la cara para
espantar el sueño. Se dirigió al clóset, sacó la maleta de viajes y empacó toda
su ropa. Luego todo cuanto le pertenecía lo hizo parte de su equipaje. Al
finalizar, tomó el teléfono y marcó:
-
Здравейте - Hola
-
Здравейте Таня, аз съм Саманта– Hola Tanya, Soy
Samantha
-
Саманта скъпи приятелю, как си? – Samantha,
Querida amiga, ¿Cómo estás?
-
Таня, вкъщи ли си?Трябва да ти кажа нещо важно.
- Tanya, ¿estás en casa? Debo contarte algo importante.
-
Разбира се.Ела тук, ще почакам. - Claro que sí. Ven acá, te espero.
-
Благодарение Таня.На пътя ми.сбогом- Gracias
Tanya. Voy para allá. Adiós
-
Сбогом Сам - . Adiós Sam.
Samantha
tomó su maleta, se aseguró de tener todo cuanto necesitaba y salió del
apartamento. Cuando cerró la puerta introdujo la llave en la cerradura y la
dobló hasta romperla. Secó una lágrima que asomaba por su ojo derecho y se fue,
sabiendo que sería la última vez que vería el apartamento de aquella ciudad
búlgara.
_____________________________________________________
Cuando Tanya escuchó la historia
de Samantha no daba crédito a lo que su amiga le decía. Ella escuchaba a
Sam de manera atenta, con la serenidad y comprensión de una madre
benevolente. Ella tenía la contextura de un ángel: Era de cabello negro y ojos
de un color verde que amenazaba con brillar en la oscuridad; a pesar de no
tener un cuerpo perfecto, su contextura rolliza le daba un toque de encanto
magnífico. Tenía la suerte de vivir sola, puesto que 9 meses atrás había
decidido terminar su relación sentimental con Leonid, un comerciante cuyo
camino le había puesto un viaje a Rusia que lo alejó de Tanya, así que podría
ofrecerle alojamiento a su amiga sin ningún problema.
Tanya y Samantha se conocieron en
el Natsionalen istoricheski muzey (Museo
de Historia Nacional de Bulgaria), 6 meses antes que Sam viajara a Colombia. La
conexión de amistad fue inmediata y en solo una conversación de pocos minutos
acerca de Fresco del Juicio Final, ubicado en la tercera planta, entraron en
confianza. Tras el café que siguió a aquella conversación se volvieron unas
confidentes inseparables.
Tanya le dijo a Samantha que se
quedara con ella el tiempo que fuera necesario, al menos mientras llegaba el
tiempo de viajar. Y así lo hizo durante una semana.
Samantha era de pocas amistades, pero normalmente elegía las correctas. Quién le daba malos consejos
lo ponía a raya inmediatamente. Ella siempre decía que una mala persona es la
que da malos consejos, pero una peor persona es la que los aplica aun sabiendo
que esos actos son reprobables. Por eso nunca había escogido mal una amistad y
Tanya no era la excepción. Con ella era única con quién podía hablar sin
censura de lo que quisiera, y si en algo no estaban de acuerdo, se solucionaba
con un silencio corto y una sonrisa. Cuando en una conversación hay un silencio
completamente cómodo, es porque estás acompañado de la persona correcta, y sin
duda Tanya fue la correcta durante todo ese tiempo.
Llegado el día del viaje, Sam y
Tanya se dirigieron a la entrada del T1 del “Aeropuerto Internacional de Sofía”.
Tanya la llevaba en su auto e intentaba sortear el horrible tráfico de un
martes a las seis de la tarde mientras hablaban y recordaban muchos de los
momentos que las hicieron unas amigas inseparables. Lastimosamente a Samantha
ya no la ataba nada a Bulgaria; la BPS le dijo que todos los papeles jurídicos podía
hacerlos desde la embajada en Colombia, así que lo más seguro es que esa fuera la
última vez que vería las maravillas arquitectónicas de la capital búlgara.
Al llegar, bajaron del auto y se
dirigieron a hacer el Check – In, luego fueron a tomar un café. Samantha no podía disimular su sabor
agridulce de todo lo que había pasado, estaba muy feliz de volver a ver al
profesor, sin embargo, la manera en la que todo acabó la dejó muy lastimada y
nerviosa. Tanya solo la escuchaba, la alentaba y le recordaba lo fuerte que
era.
Al llegar la hora del vuelo se
dirigieron a inmigración y en la antesala Tanya no ocultó la nostalgia de
aceptar la partida de su gran amiga. Se abalanzó sobre ella con los ojos
inundados en lágrimas.
-
Sam, mi niña. Yo iré a verte – le dijo en
Búlgaro.
-
Te quiero Tanya, mil gracias. – le respondió
Samantha con la voz entrecortada por el llanto.
- Le quiera mucho – le respondió Tanya en español
atropellado.
-
Es mucho – le dijo Samantha entre risas – te quiero
mucho con “O”.
Rieron las dos por lo bajo y se
abrazaron una vez más. Cuando se estaban separando Samantha sintió que su amiga
le fue arrebatada como por un estruendo. Tanya cayó de bruces sobre el suelo
sin saber qué había pasado. Samantha sin entender nada no tuvo tiempo de
reaccionar, solo fue consciente de ver que Eric estaba frente a ella y le asestaba
un puñetazo en el abdomen. Al instante ella se dobló del dolor y cayó de
rodillas. La mirada se le nubló, pero esta vez no eran por las lágrimas. De
fondo escuchó dos disparos y todo fue oscuridad para Samantha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario