lunes, 21 de enero de 2013

DIARIOS DE TU AUSENCIA II



Quienes han logrado vencer el tiempo y la distancia
podrán hablar con propiedad de las instrucciones para cumplir sus metas,
y ser feliz es siempre una meta. 



Entre vos y yo, la distancia no es una medida, ni una variable física. No es una escala, ni una cantidad numérica que cuenta los kilómetros que nos separan. Tampoco es el conteo de pasos que debo dar para atravesar las montañas hasta encontrarte y ver que sigues siendo tan hermosa, tan igual y a la vez tan distinta.

Entre vos y yo, la distancia es la tortura de un caucho estirado a punto de romperse; es la tensión de saber que estás del otro lado del teléfono entonándome a susurros un arrullo para que, por una noche más, pueda conciliar el sueño a pesar de tu ausencia.

Entre vos y yo, la distancia se ha convertido en un enemigo dentado que se come mis momentos de tranquilidad y me empuja re-evaluar la mala redacción de mi mano cuando no está sosteniendo la tuya.

Entre vos y yo, la distancia solo me permite esperar el día en que regreses.

Estaba acostado en la cama sosteniendo el celular que marcaba 15 minutos de llamada. Mientras te hablaba sentí el frío que me provocaba estar lejos de tus brazos y, sin embargo, sonreía mientras te oía. Tu voz analgésica calmaba los dolores que habían puesto su marca en todo momento desde que te fuiste.

Cuando, luego de una cariñosa despedida, el teléfono móvil quedó en silencio, me di cuenta donde estaba: En la parte más oscura de la penumbra adivinando a que distancia estabas: tal vez  cien kilómetros, quinientos, mil o un millón. Demasiados.

En algún lugar del cosmos, la ironía debió estar trabajando horas extra al encontrar en nuestra historia un nuevo escritorio. Hace solo unos días estábamos solos en un bar bohemio teniendo como únicos testigos dos copas de vino, y ahora, estamos guardando debajo de la almohada todos los abrazos que nos estamos debiendo.

Entre vos y yo, sabemos que lo que hemos vivido, que lo que sentimos y nos hemos dicho ha salido de donde parten las purezas. Y así, entre vos y yo, y mientras sigamos viendo nuestros reflejos en los ojos del otro, seguiremos juntos, sin importar la distancia.


P.S: En alguna parte de la noche sentí el calor de tu cuerpo entre mis brazos y por fin el sueño se apoderó de mí. Al despertar no me quedó otro remedio que seguir esperando tu llegada. No es mucho tiempo, no es mucho tiempo.

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