domingo, 8 de abril de 2012

LA VENGANZA CONTRA EL MUNDO I

Quien busca donde no debe,
muy seguramente encontrará algo que no quiere.
La curiosidad es la soga
con la que el mismo ser humano se ahorca.

Tercera vez que venía y no veía ninguna mejoría en él. Siempre se mostraba un poco más depresivo: Samantha iba, Samantha venía, no había podido hablar con Samantha pero la pensaba mucho, le escribía pero no le respondía, y muchos otros ejemplos. ¡Por Dios! Habían pasado ya tres meses y lo veía cada vez peor. Decía que se refugiaba en mí porque veía que yo tenía una relación estable y podía aconsejarlo desde mi serenidad emocional. Sin embargo, de haber sabido lo que me iba a pasar, nunca me hubiese atrevido a darle ni la más escueta de mis opiniones.

El profesor se fue y yo me quedé arreglando lo que quedaba de desorden en el apartamento: lavé algunos platos y levanté tres bolsas del mercado que estaban tiradas en el suelo de la cocina. Cuando terminé la llamé:

-          Alo?
-          Hola mi amor – le dije.
[silencio]
-          Hola amor, qué sorpresa que me llames a esta hora – me dijo con voz nerviosa.
-          Eso era lo que quería, sorprenderte. ¿Cómo estás?
-          Bien, algo ocupada. Estoy en la biblioteca y no puedo hablar muy bien.
[Notaba algo raro en la voz pero lo quise dejar pasar desapercibido]
-          ¿Te llamo luego?
-          Si, por favor. Yo te llamaré al salir de aquí.
-          Listo, besos.
-          Chao amor.

Jenny era una mujer de 1.60 de estatura. De piel blanca, cabello rizado y largo de color negro con mechones rubios. El color de sus ojos era café, pero ello no era lo que conquistaba, lo que lo hacía era esa mirada que escaneaba a quien fuera su objetivo; esa forma de observar era esculcante y atrayente al mismo tiempo. Cuando hablaba su vocalización era perfecta, y además movía mucho las manos mientras dialogaba de algo que le interesara mucho. Al poco tiempo de ser su novio había llegado a la conclusión de que, si bien no era una mujer de belleza rimbombante, era una mujer demasiado interesante para pasar desapercibida.

Ese día había preparado todo: un pequeño oso de peluche y unas rosas ordenadas de manera rústica. Quería darle una sorpresa que, entre nosotros, hace mucho no aparecía. El motivo era que a lo largo de dos años de relación, la costumbre disfrazada de amor había entrado a nuestras vidas y lastimosamente nos había consumido más rápido que el fuego a un fósforo. Los detalles se habían ido por la borda junto con la emoción de vernos.

Me alisté y me puse el perfume que ella me había regalado y por ende el que más le gustaba. Pedí un taxi y me fui hacía la universidad.  Mientras iba de camino me llegó un mensaje al móvil:

“Reunión de la comunidad docente hoy, 7:00 p.m” (SASX)

¿Reunión? No entendía por qué. Mis clases de historia empezarían hasta la otra semana y solo quienes ya hubiesen empezado clases debían asistir. No entiendo por qué me llegaba esa notificación a mí y más proveniente del profesor del “Delirio Samanthiano”, apodo que le había adjudicado de forma graciosa para sacarlo momentáneamente de sus ensimismamientos y depresiones.

Se había acostumbrado a firmar como lo hacía Cristóbal Colón porque decía que tenía un simbolismo oculto, o algo así, pero eso era jurisdicción completa de su clase y yo ahí procuraba no entrar demasiado. Sin embargo, ya lo reconocía por tan peculiar forma de rematar sus mensajes.

El taxi llegó y pagué los 8000 pes… ¿8000 pesos? Ese desgraciado me robó. Bueno, lo malo es que me vine dar cuenta ahora que escribo esto. Sin embargo ese pequeño robo no se compraba con lo mucho que me iban a robar unos momentos después.

Subí a la biblioteca donde me dijo que estaba:

-          Doña Gloria buen día.
-          Profesor ¡qué milagro!, pensé que sus clases empezarían hasta dentro de una semana.- me dijo la rolliza bibliotecaria.
-          Si señora así es, hoy he venido por un motivo distinto. ¿Está Jenny acá?.
[levantó la mirada he hizo el gesto de querer recordar]
-          Si, bueno no, estaba acá, pero salió afanada y me dijo que iría al auditorio secundario. Eso fue hace apenas unos cinco minutos, debe estar aún allá.
-          Muchas gracias, nos veremos luego.
-          Claro profesor, tenga buena tarde.

Bajé las escaleras hacía el primer piso y tras saludar a dos alumnos por el camino llegué hasta el pequeño auditorio.

Algo me había parecido muy raro, la maleta de Jenny estaba afuera, abierta y tirada en una silla de descanso al lado de la puerta con los papeles revueltos. No había ni rastro de ella en la parte externa. Dejé las flores y el muñeco sobre la silla, recogí torpemente los papeles y los ordené en su maleta.

Descuidadamente me di cuenta que había olvidado un papel pequeño. Estaba doblado y apartado de la maleta, casi en el quicio de la puerta. Lo tomé y ya lo iba a guardar cuando el maldito insecto pútrido de la curiosidad me picó. Inquieto lo desdoblé y cuando leí una corazonada apocalíptica me hizo acelerar el pulso:

“TE ESPERO”

La letra no era la de ella, sin embargo, me negué a crear ideas tontas en la cabeza y dejé el papel en la maleta. Tomé el muñeco y las flores y abrí la puerta como pude. Cuando entré la vi de pie, erguida como siempre con sus brazos rodeando el cuello de otro hombre y entregándole sus labios a un sujeto que la abrazaba por la cintura. Ellos se besaban.

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