domingo, 26 de febrero de 2012

SINFONÍA DEL SILENCIO II

(Dilema de un salvavidas por ausencia de cansancio)

El silencio es un fantasma que golpea en la puerta de mi habitación
buscando la forma de arrebatarme la tranquilidad.

Yo me he cansado de miles de cosas en mi vida, entre ellas de caminar, correr, saltar, dormir; en ocasiones me canso de hablar, estar en algún lado e incluso de ciertas compañías. Sin embargo, muy a mi desgracia, no existe cansancio para estar enamorado, y de manera más puntual, no hay agotamiento  de estar enamorado de vos.

Soy tu salvavidas, claro, eso lo vi hace mucho. De hecho aprendí a vivir con eso desde que, reitero, muy a mi pesar me di cuenta que estaba enamorado. Recuerdo que los primeros meses a tu lado, hechos paraíso, se hicieron polvo cuando a los 95 días de haber decidido tener una relación te dejaste embalsamar los oídos por un tipo que solo quería tu boca y cuerpo. Sin embargo luego te diste cuenta que era solo un manojo de hormonas en desastre y regresaste a mí para saciar tu sed de amor verdadero y una vez más estuviste a mi lado mientras te llegaba un mejor partido.

No te importaron cenas, salidas, amor o cariño. No obstante las recibías con sincero agradecimiento pero  fingido amor. Lo único que recuerde que te hacía merodear las puertas de un franco sentimiento hacia mi eran aquellas noches en las que hacíamos el amor luego de inventar una excusa patética para vernos. Esa excusa, claro, la ideaba yo.

Pero el sentimiento volvía cuando volvía él, y en más de cinco o seis ocasiones luché como un fiero soldado por tus labios, tu cuerpo y tu amor. Sin embargo te llevabas todos esos repositorios que contenían los únicos buenos sentires que podría albergar un corazón como el mío y me dabas  la espalda partiendo con tus egoísmos diciendo que más tarde regresarías. Y de hecho regresabas con olor a deseo trasnochado y libertinaje inducido de unas cuantas botellas de licor.

Sin embargo aquella séptima vez que te buscó fue la que me cambió el mundo. Te entregaste de lleno en sus brazos y su cuerpo obedeciendo a tu calentura y sus deseos lívidos de macho cavernario. Olvidaste mis canciones y mis besos para caer fácil en los gemidos y sudores de una noche vacía y efímera. Tú, dueña de tu cuerpo, no te diste cuenta que mi amor caminaba hacia tus pies, no obstante en tu piel no hubo escrúpulo ni pudor para ser presa fácil de sus voluntades.

Luego te percataste que en tus noches de locura y basura transformada en sexo no había ni una pizca o centímetro de amor, y de nuevo volviste a mí. Yo en mi función salvaría el autoestima que él habría dejado por los suelos. 

Gracias a esa ausencia de cansancio de estar enamorado de vos, caí de nuevo en tus garras, en tu cuerpo, en tus locuras y en tu cama para de nuevo darte todo el amor que en mí hay para vos. No te miento, mientras no estuviste conmigo, tuve intentos infructuosos de olvidar tu perfume, tus besos y tu cuerpo en otros olores labios y anatomías. Sin embargo tu aparecías cual fantasma a alimentar ese sentimiento de serle fiel al viento y al recuerdo.

De vos yo sigo enamorado y aunque vos ya no lo estés sabes fingirlo bien. Tus mutismos son el aviso de que piensas en él, y ahora que lo medito era más fácil vivir con tu ausencia estrepitosa que con tu presencia mentalmente distante.

Estoy ahora esperando cuando será que te buscará de nuevo ese sujeto que te mueve el mundo mientras tú eres quien mueve el mío. En este momento acostado a tu lado me doy cuenta que me he cansado de escribir y es mejor que duerma un poco.

Shh! No te despiertes Juliana. Me he cansado de escribir, pero no me he cansado de amarte. Sé que cuando él vuelva y tú te vayas con él, siempre volverás a mi lado. Recuerda que yo soy tu salvavidas.

Andrés Medina

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Antonomasia mutante