En caso contrario entonces juguemos: tú a mentir y yo a hacer que te creo.
No,
nos llamemos a embustes salvo que sea para jugar. Así que juguemos. Juguemos a
que me dices una mentira; yo hago que te la creo y luego miras por cuánto
tiempo me la puedes sostener. Yo pasaré por alto que sé exactamente cuales son
tus gestos al mentir y al fingir que algo o alguien ya no te importa y, así, buscaré la manera para hacer que el juego termine, es decir, que aceptes
que todo ha sido un engaño.
Sí mi querida, así funciona todo hoy. Lo importante ya no es poner en evidencia la indignación tan pronto sabes que te están mintiendo, es mejor guardar y saber cuándo y cómo usar esa
carta. Ese as bajo la manga da permiso para todo, incluso para asentir de forma
divertida cuando dices que él es parte de tu pasado, pero divertirme en silencio
cuando sonríes porque dije accidentalmente su nombre. Nombre, por supuesto, que
crees que no conozco.
Si
supieras que me hice el que no vio tu sonrisa cuando me hablaste de tu historia
a su lado, estarías más segura de mis intenciones por que felices seamos. Tal
vez tus palabras son ciertas y quizá para él haya una razón para seguir
luchando, además tampoco se lo dijiste hace mucho rato. Tal vez al final tú
acabes de nuevo en sus brazos.
Para él tú eres su mitad y le dices que siga luchando. A menos, claro está, que quieras tenerlo rogando solo por si acaso.
Mira
que te estoy dando la oportunidad de no hacer de tu vida misma un engaño. Tómala
si es que no quieres que ponga tu mentira en evidencia y al final termines
siendo, otra vez, su juguete para provocar envidias.
En caso contrario entonces
juguemos: tú a mentir y yo a hacer que te creo. Juguemos a que no me he enterado
de tus conversaciones clandestinas ni tus verdades a medias. Juguemos a que te
puedo llegar a creer aquello de que “eres una mujer diferente”. Juguemos a que eso de "empezar con pie derecho" significa torcer luego el camino. Juguemos hasta
que tu voz indignada al final diga que ambos perdimos.
- Juguemos a que me mientes - le dijo él con voz seria.
- No te engañaré nunca.
- ¡Primera mentira! Empezaste muy bien.
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