domingo, 11 de agosto de 2013

... CUANDO ALGUIEN SE AUSENTA...

Una de las tareas más difíciles para el ser humano,
es aceptar la ausencia de alguien que sigue con vida.

7:55 a.m.
Aeropuerto el Dorado.

Apoyé los codos sobre las rodillas y hundí la cara entre las manos. Luego me mordí el labio inferior para aguantar las ganas de llorar.
  • Resulta muy difícil. – me dijo mientras sentía su mano pasear por entre mi cabello.
  • Tanto que escribí acerca de aceptar los procesos de ausencia, del duelo, de dejar al ser querido, de admitir los cambios con gallardía y aprovecharlos;  y nada, absolutamente nada ha servido para que no me duela que te vayas. – Le contesté con la voz quebrada.
Sus ojos brillaron a causa de las lágrimas que amenazaban con desbordarse y de nuevo me quedaba hechizado por la expresión de su mirada. Todo lo escondía en esas pupilas indescifrables: desde la más hermosa alegría hasta la más profunda tristeza.
  • La teoría no sirve cuando la experiencia es inexplicable- me dijo.
  • No, la experiencia es explicable: Tú te vas extrañándome y yo me quedo extrañándote; lo que no se puede explicar, es que, sabiendo que te irías insistí en volver a enamorarte.
  • A veces unas personas solo llegan a tu vida para asegurarse que tus sueños se cumplan, luego simplemente se van dejándote una sonrisa en la cara y, al mismo tiempo, la amargura de su ausencia.
  • ¡Es injusto!
  • No - me dijo endurenciendo el tono, luego respiró y habló suavemente - las misiones de vida no son justas o injustas, son simplemente eso. Lo explicaré de una manera sencilla: Cuando llegas a este mundo, naces con cosas que no son precisamente tuyas y a medida que vas creciendo te vas dando cuenta, por ejemplo, tu sonrisa te deja de pertenecer cuando de ella depende el ritmo cardiaco de otra persona.
Se hizo un silencio melancólico. Luego de un suspiro largo tomé fuerza para hablar de nuevo.
  • ¿Y los recuerdos?
  • Funcionan como los procesos de duelo vital de los que tanto escribes.
Ella había leído algunas anotaciones que había hecho acerca de dos tipos de duelo. En ellos, afirmaba que el duelo mortuorio es un proceso progresivo que consiste en asumir mediante métodos de auto-convencimiento que el sujeto extrañado no regresará nunca, por ende, la resignación y la posterior costumbre harían que la superación del suceso apareciera poco a poco; en contraparte, el duelo vital es un proceso mucho más complicado porque supone que una persona extraña a otra, pero la ausencia no es definida por procesos irreversibles sino por la voluntad humana, que como bien se sabe, es maleable y proclive a arrepentimientos.

En este proceso de duelo vital, si existe la más remota posibilidad de volver a ver al sujeto extrañado, el subconsciente se llena de recuerdos de la misma manera en que un proveedor suministra proyectiles a un arma. Cuando estas remembranzas han cargado a la persona de pensamientos esperanzados, pero estos se enfrentan con imposibilidades de tipo emocional, geográfico y similares, –el otro se rehúsa a volver, o se encuentra en otro país- se cae en depresiones más profundas e intensas que, con el paso del tiempo,  van haciéndose más tenues por simple proceso de repetición. En conclusión, extrañar a alguien que tienes la posibilidad de tener a tu lado es la fase más dolorosa que puede experimentar un ser humano.
  • Tengo claro que debes irte y que he de extrañarte.  Lo más probable es que durante este tiempo los recuerdos de estos días juntos hagan fila para sacarme una sonrisa seguida de una lágrima, pero esto es distinto, ¡Estar separados va en contra de nuestras voluntades!
  • Lo sé…
«Vuelo cuarenta y dos veinticuatro con destino a Washington por favor pasar a las salas» Interrumpió la voz de los altoparlantes.
  • Lo sé, pero no creas que mi misión en tu vida ha terminado, porque no ha hecho nada más que empezar…
Ella debió leer la expresión de sorpresa y duda que debió aparecer en mi rostro, pero antes que pudiera preguntarle algo, me dio un abrazo junto con un lento beso en los labios; giró, entregó un papel al guardia que admitía el paso y, luego de enviarnos un mutuo beso al aire, caminó hacia la lejanía.

«Su misión no ha hecho nada más que empezar»


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