sábado, 12 de octubre de 2013

¿Y SI TE VEO OTRA VEZ?

Little Princess
Agradecimientos: por la frase: "Fíjese que cuando sonríe se le forman unas comillas en cada extremo de la boca. Esa, su boca, es mi cita favorita". De la Acción Poética.
Referenciada por Gabriel Sandoval.

No, ya no estabas hablando conmigo. Te veía al otro lado de la sala hablando con otra persona a la que no le di la menor importancia. Yo, entre tanto, agitaba la copa y hacía bailar el vino que quedaba dentro de ella. Su mirada y la mía jugaban a no mirarse, pero perdíamos. Ella de reojo y yo descarado. Ella a no dejarse tomar de la cintura de sus pupilas y yo, como un desmayado, caía en los embelesos del color café de sus ojos enmarcados.

Su sonrisa era otra cosa. Cuando ella sonríe, yo le pongo comillas y le hago pie de página; tal vez éste no sea el momento en el que la necesite, pero sé que luego esos labios en curva serán mi cita favorita. A sus mejillas se le hacen pequeños huequecillos que parecen anidar las tristezas de cualquier ser humano, las roba, las mata, las elimina y hace que uno también sonría.

Sus labios se mojaban con el vino. Un sorbo y quedaban húmedos. Luego se saboreaban uno al otro en cámara lenta, me miraba, sonreía y yo quedaba en shock. Su vestido rojo, dejaba libres sus hombros para que su cabello negro cayera libre sobre ellos.

Después de tanto tiempo, no pensé caer en el mismo lugar con ella. Había pasado la luna tantas veces sobre el cielo nocturno antes de esa noche, que creí que jamás la volvería a ver. Sin embargo ahí estábamos una vez más.

Tras una larga travesía de mi mirada sobre su anatomía, ella culminó su conversación y se dirigió exactamente donde yo estaba:
  • ¿Quieres un trago más fuerte? – me preguntó con voz de picardía.
  • ¿Quieres un lugar menos concurrido? – les respondí y tomé un poco de vino.

Ella guardó silencio como si la pregunta la hubiese tomado desprevenida. Tomó un poco de vino.
  • ¿Cómo llegaste aquí?
  • Un plan atropellado – Tomé vino – la idea era ir a comer, pero el restaurante estaba cerrado. Luego Daniel –un amigo en común entre ella y yo-  me llamó y me propuso algo mejor: venir acá. La acompañante que tenía, una prima próxima a irse del país, decidió que era muy tarde y fue a su casa. Como él no quería venir solo, sin mucho ánimo terminé en este lugar y… – respiré profundo- te vine a encontrar.
  • ¿Tu amigo dónde está? – me preguntó mirando la silla vacía que estaba a mi lado.
  • ¿Ves aquella pareja en la pista?-  le señalé el muchacho de camisa café y pantalón negro que se amacizaba contra una desconocida al son de una bachata- él es mi amigo, y ella su nueva conquista.
  • ¿Y tú conquista?
  • No me interesa hacer una conquista distinta de la mujer de vestido rojo, mirada enmarcada, ojos café y hoyuelos en la mejillas que tengo en frente con una copa en la mano – terminé el vino – y creo que estábamos a punto de concretar algo acerca de un trago fuerte en un lugar menos concurrido.
  • ¿Lejos o cerca? – me preguntó entrecerrando los ojos.
  • Lo más lejos que podamos de acá.

Ella vaciló como sopesando lo que significaba aceptar esa invitación. Luego, con una sonrisa franca, dijo que sí sin más preámbulos. Dio la vuelta y fue hasta una mesa al lado de la barra del bar; sostuvo una conversación pasajera con una mujer rubia a la que yo conocía bien y luego de unas miradas aisladas dirigidas hacia mí, por fin, esa pequeña princesa llegó donde yo estaba.
  • ¿A dónde iremos?
  • Primero a un café – Le dije mirando la hora.
  • ¿Demasiado lejos?
  • Es en La Candelaria, lo suficientemente lejos como para que nadie conocido nos vea.
  • Nunca me pareció justo que nos tuviéramos que esconder.
  • A mí no me pareció justo que nunca tuvimos una despedida nuestra, privada.
  • Pero la vida da revanchas y…
  • Y como esta noche me la está dando – la interrumpí – es mejor irnos de acá.


Tomé mi chaqueta y la tomé de la mano, como una noche hace algún tiempo. Busqué la mirada de mi amigo, pero él estaba demasiado ocupado con la desconocida. Salí con ella a la fría noche y nos perdimos de los ojos vigilantes de capital. Nos fuimos de todo y de todos hasta donde solo pudieran encontrarse nuestros labios disfrutando de un beso.

2 comentarios:

  1. Mi apreciado Señor Medina, me alegra mucho este espacio, muy buenos textos, un abrazo...

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    1. Querido profesor, maestro y gran amigo: Agradezco enormemente el apoyo y me alegra mucho que sea de su agrado. Muy juiciosamente he leído sus escritos y no tengo más que agradecer sus consejos y admirar su trabajo. Fuerte abrazo.

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