No hay despedida válida para quienes se quieren
Si el tiempo me preguntara qué parte de mi vida quisiera repetir, diría sin pensar que este año lo viviría de
nuevo, día por día, y saborearía aún más estos 365 maravillosos días. Tuve un
año de grandes triunfos de los que ustedes, mis queridos lectores y familia (y
ya saben que con familia me refiero a la familia con la que nací y la familia
que elegí) han sido testigos y felices causantes.
Este año no solo fue de triunfos y
sería un mentiroso donde dijera que solamente tuve alegrías. También tuve
tristezas profundas en las que aprendí más de mí mismo que en cualquier etapa
de mi existencia. Supe que la familia es de oro y que cuando las condiciones
son adversas, no hay apoyo más indestructible que ese. Supe que hay amigos
incondicionales a los que puedes pedir que te acompañen a la guerra y ellos sin
problema ya tendrán el arma en la mano para combatir conmigo.
Este año aprendí que la vida se
hace de momentos, y que hay veces que el mundo sobra cuando aparece una persona,
únicamente una, que te alegra el día. Entendí que la vida se hace de los
instantes que te dejan sin aliento. Supe que no hay despedidas válidas para
quienes se quieren y que no hay mejor terquedad que aquella que es generada ante lo que es injusto.
Una de las enseñanzas más hermosas
que recibí fue la de saber que la confianza es un tesoro que no es apto para
todo el mundo, es de un valor incalculable y no hay que estar derrochándolo con
cualquier persona. Aprendí que los logros se adquieren con constancia y
disciplina y que darse por vencido ante los obstáculos solo hace notar un alma
sin ganas de vivir.
Aprendí que no hay tristeza
suficiente para agachar la cabeza y que no hay
peor enemigo que uno mismo. Aprendí que el camino es largo y pone personas
maravillosas, que ante el momento difícil, te hacen abandonar el camino errado
y te abren los ojos, haciendo que mires de manera distinta de qué estás
rodeado.
Aprendí que ustedes mi familia,
mis lectores, mis amigos, la gente incondicional, la de oro, la que me llenó de
alegrías y triunfos durante este año, merecen un lugar de honor en mí memoria y
mis altares de la gratitud. El libro, el blog, los conciertos, las sonrisas y
el aprendizaje, todo, fue gracias a quienes me rodearon este año. No caben
tantas gratitudes. Si pudiera repetir un año de principio a fin, día por día,
sin duda alguna, sería este y junto a ustedes.
FELIZ NAVIDAD Y GRAN AÑO PARA TODOS.
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