La gente inteligente
traspasa las barreras de lo fisico. Por eso logran tener relaciones que valen
la pena.
El mundo pasó del negro
absoluto, a un azul oscuro y luego las
formas empezaron a definirse. Lo primero que divisaba era una mesita de noche
con un ejemplar del Ana Karenina de
Lev Tolstói encima. Al lado del libro había un vaso con agua.
Ella aún no se
acomodaba a leer en otro idioma y recordaba que la noche anterior se había
acostado con un poco de dolor de cabeza tras no encontrar una verdadera
traducción de la palabra “семейство” que, en algunas ocasiones significaba
familia y en otras significaba tribu.
Interrumpió allí
sus recuerdos y se levantó suavemente mientras suspiraba. Samantha quedó
sentada al borde de la cama, aun algo aturdida. Normal en alguien que acaba de
despertar. Se puso de pie y caminó despacio hacía el espejo. Ya sabía que Eric
se habría ido a trotar, o al trabajo, o a tomar aire, o a algo; el caso es que
se había despertado sola una vez más, como siempre.
Se miró en el
espejo y tenía el cabello revuelto. Para ella ese reflejo no era ni muchos
menos algo atractivo, pero, la verdad, es que estaba hermosa. Realmente hay
pocos momentos en los que una mujer se vea más bonita que cuando está recién
levantada, y más Samantha, que destilaba belleza incluso cuando no quería hacerlo.
Se recogió el
cabello y se acercó a la ventana del apartamento para disfrutar la magnífica
vista de la llamada Catedral Rusa en el Boulevard Obsovoditel. Cuando la veía era
inevitable no acordarse de él. Rememoraba casi al instante el momento en que le preguntó por esa catedral en especial y él
le dijo que había sido consagrada a San Nicolás, no porque hubiese alguna
figura católica importante con ese nombre sino porque para cuando Mikhail
Preobrazhenski tuvo en su mente la figura arquitectónica con la que se
construyó, el zar Nicolas II era quien estaba gobernando en Rusia.
Samantha se estiró
para ahuyentar un poco la pereza y se dio vuelta para ir a la cocina por algo
para desayunar. Ella sabía que Eric ya había desayunado, y como siempre,
tendría que desayunar sola. Cuando ya iba ya casi llegando se dio cuenta que
Eric había dejado su equipo portátil prendido. Hacía mucho que ella no revisaba
su correo, y la verdad no le gustaba hacerlo desde el computador de Eric debido
a que en una noche en la que tuvo que usarlo, una de las contraseñas quedó
guardada y luego lo sorprendió espiando en sus correos personales.
Le daba escalofrío
incluso recordar aquella pelea. Sin embargo esa mañana el computador parecía
hacerle una invitación cortés para que al menos echara un vistazo. Ella
guardaba la esperanza que su profesor le escribiera algo y esa tentación era la
que más le hacía dudar. Hacía tres meses sólo usaba ese computador para
escribir algunas historias y perfeccionar el búlgaro que cada vez le parecía
más encantador. Pero esa mañana quería mirar si él aún la recordaba.
Hizo el amague de
resistirse y giró el cuerpo en dirección de la cocina pero no dio ni medio
paso, se sentó en el sofá, frente al computador y abrió su correo:
Tu ausencia se ha tornado
simplemente insoportable. Para ser completamente sincero, por cada día que pasa
siento cómo se caen mis ilusiones… Mi dulce Samantha, se me tornan
insostenibles mis conversaciones con la almohada y éstas siempre acaban
inconclusas. Esa funda celeste asegura tener la razón cuando dice que ningún
sueño se acomoda a su molde amorfo de la misma manera en que se asentaron los
tuyos… Probablemente tú estés ahora con tu novio, y yo no sea nada más que un
recuerdo vespertino en tus horas solitarias frente a un café… Te envío una
carta y una ilusión más que va muerta… Con sentimiento de profundo e
incontrolable amor.
No pudo terminar de leer cuando
las lágrimas se agolparon en sus ojos. Ella creía que él ya la había olvidado,
que luego de tres meses sin verse ella sería solo un recuerdo más; pero esos
mensajes le hacían notar que él aún la amaba, igual que ella a él.
Tomó el teléfono y
marcó un número:
-
Hola, Bulgaria Air*
-
Hola, necesito pasajes hacia Colombia y
rápido.**
La mujer de la
aerolínea le dijo que en una semana estaría disponible uno con escala en
Frankfurt, Madrid y por último Bogotá. Ella accedió sin pensarlo. Cuando colgó
aún tenía lágrimas en los ojos y quiso releer ese correo que le había enviado
el profesor.
Estaba a punto de
terminar de leerlo cuando escuchó el sonido de las llaves de Eric desde la
parte de afuera de la puerta principal. Los nervios se apoderaron de ella, bajó
la pantalla y corrió al baño a encerrarse.
Al cerrar la puerta
del baño, simultáneamente se abrió la puerta principal. Eric entró. Era rubio
pero una alopesia le había obligado estéticamente a tener el cabello muy corto,
casi rapado. Medía 1.73 cm, tenía ojos café oscuro y había encontrado en
Samantha la ternura que él nunca podría llegar a demostrar:
-
Hola amor – Dijo Eric en un español
atropellado que ella le había enseñado.
-
Hola amor me estoy bañando – Le
dijo mientras se quitaba la ropa a toda prisa y de manera torpe gracias a los
nervios.
-
Ok-respondió dejándose caer con
rudeza sobre el sofá.
Mientras Samantha se
quitaba la ropa vio su reflejo en el espejo del baño y esa imagen era un rostro
de auténtico miedo. De pronto, un vacío se sintió en el estómago y una oleada
de pánico le recorrió cuando recordó que no había cerrado el correo que el
profesor le había enviado y tan pronto como Eric levantara la pantalla del computador portátil,
eso sería lo primero que vería.
Conversación real
de Samantha con la chica de la aerolínea
en Búlgaro:
* Здравейте,
"България Ер"
** Здравейте, имам нужда от билети за Колумбия и бързо.
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