viernes, 11 de mayo de 2012

EL COMIENZO DEL LABERINTO


La gente inteligente traspasa las barreras de lo fisico. Por eso logran tener relaciones que valen la pena.


El mundo pasó del negro absoluto, a un azul oscuro  y luego las formas empezaron a definirse. Lo primero que divisaba era una mesita de noche con un ejemplar del Ana Karenina de Lev Tolstói encima. Al lado del libro había un vaso con agua.

Ella aún no se acomodaba a leer en otro idioma y recordaba que la noche anterior se había acostado con un poco de dolor de cabeza tras no encontrar una verdadera traducción de la palabra “семейство” que, en algunas ocasiones significaba familia y en otras significaba tribu.

Interrumpió allí sus recuerdos y se levantó suavemente mientras suspiraba. Samantha quedó sentada al borde de la cama, aun algo aturdida. Normal en alguien que acaba de despertar. Se puso de pie y caminó despacio hacía el espejo. Ya sabía que Eric se habría ido a trotar, o al trabajo, o a tomar aire, o a algo; el caso es que se había despertado sola una vez más, como siempre.

Se miró en el espejo y tenía el cabello revuelto. Para ella ese reflejo no era ni muchos menos algo atractivo, pero, la verdad, es que estaba hermosa. Realmente hay pocos momentos en los que una mujer se vea más bonita que cuando está recién levantada, y más Samantha, que destilaba belleza incluso cuando no quería hacerlo.

Se recogió el cabello y se acercó a la ventana del apartamento para disfrutar la magnífica vista de la llamada Catedral Rusa en el Boulevard Obsovoditel. Cuando la veía era inevitable no acordarse de él. Rememoraba casi al instante el momento en que  le preguntó por esa catedral en especial y él le dijo que había sido consagrada a San Nicolás, no porque hubiese alguna figura católica importante con ese nombre sino porque para cuando Mikhail Preobrazhenski tuvo en su mente la figura arquitectónica con la que se construyó, el zar Nicolas II era quien estaba gobernando en Rusia.

Samantha se estiró para ahuyentar un poco la pereza y se dio vuelta para ir a la cocina por algo para desayunar. Ella sabía que Eric ya había desayunado, y como siempre, tendría que desayunar sola. Cuando ya iba ya casi llegando se dio cuenta que Eric había dejado su equipo portátil prendido. Hacía mucho que ella no revisaba su correo, y la verdad no le gustaba hacerlo desde el computador de Eric debido a que en una noche en la que tuvo que usarlo, una de las contraseñas quedó guardada y luego lo sorprendió espiando en sus correos personales.

Le daba escalofrío incluso recordar aquella pelea. Sin embargo esa mañana el computador parecía hacerle una invitación cortés para que al menos echara un vistazo. Ella guardaba la esperanza que su profesor le escribiera algo y esa tentación era la que más le hacía dudar. Hacía tres meses sólo usaba ese computador para escribir algunas historias y perfeccionar el búlgaro que cada vez le parecía más encantador. Pero esa mañana quería mirar si él aún la recordaba.

Hizo el amague de resistirse y giró el cuerpo en dirección de la cocina pero no dio ni medio paso, se sentó en el sofá, frente al computador y abrió su correo:

Tu ausencia se ha tornado simplemente insoportable. Para ser completamente sincero, por cada día que pasa siento cómo se caen mis ilusiones… Mi dulce Samantha, se me tornan insostenibles mis conversaciones con la almohada y éstas siempre acaban inconclusas. Esa funda celeste asegura tener la razón cuando dice que ningún sueño se acomoda a su molde amorfo de la misma manera en que se asentaron los tuyos… Probablemente tú estés ahora con tu novio, y yo no sea nada más que un recuerdo vespertino en tus horas solitarias frente a un café… Te envío una carta y una ilusión más que va muerta… Con sentimiento de profundo e incontrolable amor.            

No pudo terminar de leer cuando las lágrimas se agolparon en sus ojos. Ella creía que él ya la había olvidado, que luego de tres meses sin verse ella sería solo un recuerdo más; pero esos mensajes le hacían notar que él aún la amaba, igual que ella a él.
Tomó el teléfono y marcó un número:

-          Hola, Bulgaria Air*
-          Hola, necesito pasajes hacia Colombia y rápido.**

La mujer de la aerolínea le dijo que en una semana estaría disponible uno con escala en Frankfurt, Madrid y por último Bogotá. Ella accedió sin pensarlo. Cuando colgó aún tenía lágrimas en los ojos y quiso releer ese correo que le había enviado el profesor.
Estaba a punto de terminar de leerlo cuando escuchó el sonido de las llaves de Eric desde la parte de afuera de la puerta principal. Los nervios se apoderaron de ella, bajó la pantalla y corrió al baño a encerrarse.

Al cerrar la puerta del baño, simultáneamente se abrió la puerta principal. Eric entró. Era rubio pero una alopesia le había obligado estéticamente a tener el cabello muy corto, casi rapado. Medía 1.73 cm, tenía ojos café oscuro y había encontrado en Samantha la ternura que él nunca podría llegar a demostrar:

-          Hola amor – Dijo Eric en un español atropellado que ella le había enseñado.
-          Hola amor me estoy bañando – Le dijo mientras se quitaba la ropa a toda prisa y de manera torpe gracias a los nervios.
-          Ok-respondió dejándose caer con rudeza sobre el sofá.

Mientras Samantha se quitaba la ropa vio su reflejo en el espejo del baño y esa imagen era un rostro de auténtico miedo. De pronto, un vacío se sintió en el estómago y una oleada de pánico le recorrió cuando recordó que no había cerrado el correo que el profesor le había enviado y tan pronto como Eric levantara la pantalla del computador portátil, eso sería lo primero que vería.


Conversación real de Samantha  con la chica de la aerolínea en Búlgaro:

* Здравейте, "България Ер"
** Здравейте, имам нужда от билети за Колумбия и бързо.

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