MI Camino, es el
Hermoso Éxtasis de la LLuvia Enamorada.
ACTO I: EN EL BOSQUE.
Punto en negro. Bosque profundo y
con cierta brujería que encanta. Atrás un paso. Quiero ver más del panorama en
donde, alguna vez, un poeta inició el camino que terminó en el paraíso.
Silencio y respiración. Viento en el bosque que choca justo contra mis labios.
Otro paso atrás.
El punto en negro, el bosque
profundo se ilumina con tonos que van desde el azul hasta el verde. Tiene una
vida que inquieta e invita a la aventura, a conocer y perderse voluntariamente
entre sus laberintos.
Ahora caigo en la cuenta que
llevo los ojos cerrados, veo ese paisaje sin los ojos. Lo veo con alguna parte
entre el pecho y la garganta que palpita como si se martilleara desde adentro;
como si el corazón encarcelado enardeciera su deseo de escapar para abrazarla a
ella.
Un paso atrás. Alrededor de la
luz está el más puro blanco. Luz eterna y cristalina. Es el motor del paisaje y
la ventana de su alma. Sinceridad en marcha que le llena de valor, valentía y admiración.
El marco es esa fila de hilos que
abanican el aire que me hace suspirar y sonreír. Se mueven en completa
concordancia con los latidos de mi corazón en partitura 4/4: cuatro latidos,
por un parpadeo; una sonrisa, por cada mirada; un suspiro por cada segundo que
existe.
ACTO II: EXPEDICIÓN
No solo se ve con los ojos, o por
lo menos en este caso no. La curva descendente de su espalda me hizo creer en
el paraíso sin necesidad de haber caído exánime. Mis dedos, como dos soldados,
entran en la espesura de sus finos cabellos que caen víctimas de la gravedad,
buscando el punto perfecto para encontrar la punta de sus recuerdos.
Si la expedición toca su cuello,
en el bosque se aumenta la velocidad del viento. Es más fuerte, más intenso; se
agita y me toca, logrando que mi consciencia me abandone. Yo me voy, me pierdo
en el bosque que me invita a la aventura de una expedición por el hogar de su
alma.
ACTO III: EL VINO.
Fuera del bosque, en alguna parte,
estaba sentado y de pronto todo se
transformó con su presencia. Recuerdo que lo último, fue rozar nuestros labios como
si se hubiesen buscado desde hace mucho tiempo, como si por fin encontraran la
parte que los completa.
Una vez conocí el néctar de sus
labios, la botella de vino sobre la mesa se volvió innecesaria. No quise más
entorno ni noches solitarias. Solo quiero internarme en ese bosque brujo, en la
espesura de sus recuerdos, en el hechizo verde y azul de sus enigmas. Solo
quiero estar con ella.
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